miércoles, 3 de octubre de 2012

Un poco de Sinestesia por favor…


Más disposición al gusto de percibir letras impresas. ¿A qué les sabe desear? A sueño, a recuerdo ¿Saben? ¿Sabe? Se necesita probar más riesgos para contar contrastes nuevos. ¿Cuál es la textura del Rock al acariciar melodías? Todavía algunos lloran por los colores que no están a la vista. El hambre nace de una ansiedad no saciada que al saciarse demasiado se le llama adicción. ¿Hay balance? Inafirmable. Pero a veces sirven los excesos cuando se calman con arte. Hace tiempo que no comemos versos caseros y se ha dejado de sentir mucha música, porque no mucho se escucha en los alrededores; las calles callan con sus bullas una ciudad y sus atardeceres… Unas cuantas bocanadas de piano pueden servir de ánimo, así como una historia de amor del siglo diecinueve bajo párrafos de alguna buena novela… Huele a olvido, pero la mayoría carga su atomizador obligado. A trabajar y a obedecer en masas, para sentir no se nos paga. Muchas percepciones se han pasado al bando de las patologías, ahora todo parece enfermedad. No sanen, no ha llegado el día de la quincena tampoco…






Nota y note: los puntos suspensivos son para suspirar. Suspire y evoque…

"Flores amarillas constelan un círculo de tierra azul. El agua tiembla llena de viento" Alejandra Pizarnik (25/SEP)

lunes, 1 de octubre de 2012

Una respuesta…




Hazme creer: para poder crear; que al recrearte, el recuerdo se hace arte para en un presente suspirar, porque presuntamente, en donde te toques, mis vocales han de ser consonantes. Ya sabes por qué no te explicas y te acaricias. Por eso sonríes con rabia y te molestas con alegría, con la nostalgia…



Inspirado por los invernaderos…

jueves, 27 de septiembre de 2012

Entonces por qué me mira. Porque tú también has de callar…


La manía de buscar peores, para bien hacer justo a lo malo, suele formarnos conformes. Una bella persona se dice cuando se le ha de ver fea por fuera. Obviamente no refleja su belleza interior. Así dicen y así nos justificamos, el pasado referencial en el que se tabica la conveniencia. Una mujer me miraba y en su mirada me decía tanto, mucho: supe que no era joven ni por dentro, supe que ha pasado tiempo, supe que la consideraban una bella persona. ¡Yo qué podía hacer! Ser testigo y cómplice al callar y sonreír, porque la omisión era la única acción que podía ejecutar, y no por las apariencias, a mí también me dicen bella persona, pero ese no era el tema, ni la voz del mensaje, era la sonrisa respuesta; otros temas se han de reponer y deponer. Un chiste ajeno tomaba el lugar del diálogo, ahora el rictus era por cortesía. Seguimos con el mensaje y sus tantas claves. ¿Le puedo ofrecer algo? Si, pero no tengo hambre, sed, ni ganas. Yo no sé bailar esta tonada. No quiero bailar. Entonces por qué me mira. Porque tú también has de callar. La llamé aparte, pero sin qué decir ni contar. Es muy cómico esto, tan joven y tan cansado. No sé entenderle. Claro, no estamos hablando de lo que nos dijimos callando. Vamos a sonreír entonces. Mejor, vamos a reírnos del chiste, que todavía no ha terminado…