viernes, 30 de mayo de 2014

vintage IV


El miedo, el miedo nos lleva al lado oscuro, dice Yoda en La Guerra de las Galaxias. El miedo se encarga en muchas ocasiones de hacernos conscientes de los peligros externos que nos pueden amenazar, acabo de leer en National Geographic. Es un instinto común a todos los seres humanos del que nadie está completamente libre, vi en ProyectoPV. El ánimo que piensa en lo que puede temer, empieza a temer en lo que puede pensar, dijo Quevedo. En fin, el miedo es y el miedo está, más allá de asumir simplemente que ambos son to be, y como en los Kalkitos, también se le coloca en un escenario… 

Recorremos el tiempo, a los pensamientos, movidos por la perturbación de no haberse reconocido del todo en una sala llena de espejos. Crecimos con eso, hicimos muchas historias, las fundimos en un guayabo generacional y hoy, hoy sólo esperamos el estallido… obedientemente molestos, porque la ley la obedecen los tontos y a los tontos se les llama pendejos, pero cuál es su relación con el miedo, que el precepto que se nos impuso para vestirnos, vino del mismo lugar que este otro precepto que es el descontento, ese que nos lleva a sentirnos menos tontos por desobedecer, sabiendo incluso que los únicos que no obedecen conforman el Poder porque desde allí se crean las leyes, desde allí se dice cómo hay que rebelarse y cómo se desobedece, y así llamar tontos, o como prefieran, a quien ha optado por cumplirles la ley que crean tan simple porque se dio cuenta que también crearon la insurrección, entonces, esa parte de aquel niño que de adulto no quiere ser pendejo asumió que, la rebeldía yace en la elección, convencido y para vencer a la lo confuso: me visto así porque a pesar de que se nos impuso, yo lo elijo, y salgo a la calle a protestar porque sabiendo que el Poder es quien se sirve del miedo en el escenario, yo lo elijo… ¿Quién siente miedo? Quien vio al Poder en su camino recorrido. ¿Y quién tiene Poder? Quien se hizo con el miedo en su recorrido y caminó…

De Revista de Letras, a propósito del guayabo generacional, cito: jóvenes occidentales que no habían conocido guerra ni posguerra y que habían crecido con el auge del consumismo, los niños de la sociedad de bienestar, los descendientes de los que habían intentado cambiar el mundo en los 60, y no era, precisamente, alegre. Una generación a la que Kurt Cobain, líder del grupo Nirvana, dio el pistoletazo de salida y además puso música, estética y sentimientos antes de convertirse él mismo en la metáfora del No Future mediante la bala con la que se suicidó en 1994 dejando a toda una generación, caracterizada por la falta de fe, aún sí cabe, más a la deriva… 

Pero al hablar de los equis creo que hace falta hacer algunas menciones sobre Jean-François Lyotard y su visión de lo posmoderno: la ciencia y la educación pueden conseguir que el individuo se emancipe de todo aquello que lo oprime o impide que se autogobierne… el saber tiene su fin en sí mismo; su objetivo es el saber por el saber, sin encontrarse supeditado a ningún otro elemento externo… Y bueno, así íbamos hasta que decidimos globalizarnos, cuando dejaron de haber varios yo (o él) en una sala llena de espejos…

lunes, 26 de mayo de 2014

vintage


Un niño empieza a crearse la imagen de cómo lo ven cuando experimenta el verse (y reconocerse) frente a un espejo; – eso lo leí por ahí – algunos tardan más que otros y supongo, dependerá del hogar donde crezca y del tamaño del espejo…  una madre que siempre gustó de la moda cubrió toda su sala de espejos, no sé explicarles si ahí cabe el término vintage pero veo que todo lo que hoy se habla de hace como treinta años, se le dice así. El niño se vio, pero no supo reconocerse porque se encontró con muchos, muchos  niños como él. Alzaba la mano y todos la alzaban, pudo ver varios niños por la espalda, incluso alzando la otra mano; esa que no es la que él alzaba. El niño no se hizo una sino varias imágenes y nunca dio con saber cuál de todos era él. Fue creciendo, se vio en otros espejos, pero como la inseguridad quedó arraigada en su ser, un solo espejo no le decía si el que veía era precisamente él… Con el tiempo aprendió – quizás más bien asumió – que tantos él podían ser otros, pero que todos los otros son en parte una parte de él. Eso hizo que al interactuar con alguien dudara de cuál de los otros era a quien ese alguien podía ver… Como todo niño que hoy es adulto, también fue adolescente  y adoleció bastante: el amor imposible, ¿a cuál de los él ella veía; será que si el que vio fuera otro, si se habría sentido atraída? Los reproches, para con sí mismo y desde los demás. Las faltas y sus sobras y eso que siempre nunca hizo falta… Aprendió a escuchar lo que veía y a ver lo que oía, a tocar con los labios y a besar con las manos (sí, en algún momento vinieron otros amores y posibles) Aprendió que si él tenía a varios consigo (todos que veía en los espejos) pues todo podría ser así, es decir, si le decían algo ese algo tenía una espalda y un costado, un lado que se levanta distinto al que fue pronunciado. Eso lo llevó a aprender otra lengua, y se sentía identificado pues no es lo mismo ser y estar que asumir simplemente que ambos son to be… Un día le dijeron, cuando ya había terminado el colegio, que la ley era para los pendejos, y como esa frase tenía espaldas y costados, también entendió que los pendejos eran de la ley. Eso lo llevo a preguntarse de dónde venía esa ley, y en tantas respuestas simplificó que venía del Poder, el Poder entonces creaba leyes para pendejos, y para no seguirlo siendo (eso, pendejo) había que estar fuera de la ley. Y fuera de la ley están los que la crean (desde el Poder) Por lo que acatar se convierte en algo molesto y a muchos les molesta no tener su cuota de poder. Algunos disfrutan lo prohibido por eso y algunos otros encontraron que de eso se trata el miedo… ¿Quién siente miedo? Quien vio al Poder en su camino recorrido. ¿Y quién tiene Poder? Quien se hizo con el miedo en su recorrido y caminó… Pero lo último lo abordaremos en otro momento, por ahora nos quedamos con el niño que ahora es adulto y su dilema: uno de sus varios él no quiere ser pendejo…

lunes, 19 de mayo de 2014

y por ese placer esbozamos una sonrisa…


El sol sale para todos y el placer también, aunque se vista de sufrir y aunque el sufrir duela. Se reunieron los amantes para contarse sus problemas y qué mejor que un problema para tener una razón. Ella, pobre de ella, él; qué broma con él. No hay lástimas aparentes, la lástima no cae por las cascadas del placer y de colarse por alguna corriente, se cuela por esas por donde pasan la grandeza y el narcicismo, que son las mismas que dejan fluir a la arrogancia y que nosotros navegamos como egos. Pero ese navegar, ahorita, que lo explore otro… Estamos juntos para sufrir, pero sin verlo como falta de piedad o como cuando la tiranía nos oprime y nos somete a su voluntad, no; es más bien un… cosquilleo en la mente… o volvamos mejor al agua, digamos, en lugar de cascada, río. El río trajo sus piedras y el agua viene revuelta; para andar mojado siempre más no hundido, porque hundido es como ahogado, y ese es el punto, sufrimos sin sufrir del todo; sufrimos, pero con una salida de emergencia y sé que a ninguna parte nos lleva, pero es como un descanso, un alivio efímero que nos prepara para seguir sufriendo. El agua se alborota y se tranquiliza, como el sol y sus calores… Dedicamos mucho al sufrimiento: primero creamos la necesidad de sufrir por algo que no necesitamos, pero ese algo se pone de moda, y esa moda cuesta más que nuestras manos a la obra, por lo tanto y por ahora, el algo es nada y por la nada de ese algo deviene algún sufrimiento. Invitamos a la molestia, convivimos, en este caso por ejemplo.

Si volvemos al río o a la cascada, bueno, no nos ahogamos, seguimos con la corriente y ésta nos pone otra vez al principio, tal vez para que en algún momento nos ahoguemos y tal vez esa sea la salida definitiva, pero no queremos morir, queremos seguir sufriendo, y no sólo por algo, sino por alguien, porque ese alguien también sufre y por sufrido decidió oprimir. Porque hacer daño le place tanto como al primer sufrido estar encadenado a eso; una relación perfecta pues ya que no hay lástima. Nos acostumbramos, nos mojamos, aprendemos a nadar y chapoteamos entre risas como si no sufriéramos, pero ese es el punto: sufrir da placer y por ese placer esbozamos una sonrisa…