miércoles, 13 de mayo de 2015

Imaginemos a tres personas…




Estaba leyendo y como suele ocurrir, tuve que detenerme. No fueron las obligaciones, bueno, sí, pero no por eso voy escribir ahora; tampoco fueron las preocupaciones: esas las dejo para otra entrada. Se me han combinado ciertos pensares, Pamuk tuvo la culpa. Sus citas serán en otra entrada, pero quizás no, o bueno; quizás no acerca de lo que tengo en mente… 

Imaginemos a tres personas: Leo, Tina y Pablo, tres personas que se relacionan; tienen algo en común que las ubica juntas en un momento determinado y que, dada cierta frecuencia que les incluyo, puedo decir que están dentro de un círculo: amigos, conocidos, compañeros de trabajo, de estudio; algo de eso... Es de suponer que cada uno tiene características propias que lo definen, pero ahí es adonde llega esto, y la lectura; y las ganas de escribir… no son tres personas, no, son tres cuerpos, de los cuales al que llamo Tina, tiene, digamos, otra Tina dentro de sí que piensa, siente, calla y grita según lo que vive. A ella quiero llamarla la Tina de Tina: un ser que no sólo habita ese cuerpo sino que tiene la facultad de crearse otros seres, a partir (del delirio, no, no es el caso) de la interacción, luego, con algo de constancia y, por supuesto, sentires y pensares y todo aquello; tenemos, dentro de su mente: a un Leo de Tina y a un Pablo de Tina también. Claro; cada persona con la que se topa habrá de hacerse un espacio en su ser, pero intento que esto sea breve, y ya creo que está lo bastante enrevesado; como he escrito al principio: imaginemos a tres personas… 

Pasa lo mismo con Pablo y con Leo, en ambos yace una Tina, muy diferente en cada uno, y es obvio, por eso no siempre pensamos lo mismo de alguien: no creo que el hijo del presidente tenga el mismo concepto de su padre que tiene el pueblo al cual gobierna, por ejemplo… En Pablo hay un Leo, y viceversa, y bueno: ahora las circunstancias… 

Pablo presenta atisbos de malcriadez, de niño le faltó atención de sus padres y éstos la compensaban con complacencias nocivas a beneficio de no ser molestados (un punto delicado; cuando los hijos molestan) Pablo aprendió a hacer del berrinche un medio para un fin, y así creció, y bueno, bajo parámetros como el mencionado es como Pablo crea a sus seres, un Leo y una Tina que no son un fin, sino un medio. Pablo se enamoró de Tina… 

Leo. Leo fue novio de Tina durante cierto tiempo mientras estudiaban en la universidad. Años más tarde conocieron a Pablo, cuando los mandaron a hacer las pasantías. Pablo ya trabajaba para ese entonces, pero el flechazo no nació ahí, ni tampoco la ruptura, para ese momento eran sólo tres personas… 

Tina, bella, mujer, emprendedora; muestra ese leve complejo que muchas personas de origen humilde no logran superar. De ahí le nace la muy conocida vanidad simulada, una cosa que los hombres atribuyen al género, pero que el que teclea éstas palabras no lo cree así. Impecablemente vestida, siempre, y siempre acorde a los designios de la moda. Se conocen, y la convivencia les dio la oportunidad… 

Pablo y Tina hoy son novios, pero la Tina de Pablo siempre suele diferir con la Tina de Tina, sin embargo; ésta última siempre termina inmolándose para que el complejo se mantenga, pero cuando la Tina de Tina está a solas, se refugia en Leo. Pero no en el Leo de Leo, sino en el Leo de Tina, ese caballero al que sólo le faltó dinero para verse como un príncipe. Cosa distinta al Leo de Leo que más bien tiende a la anarquía, y que cuya Tina, es, nada más que un consuelo del pasado… 

A pesar de las diferencias, los cuerpos responden a sus memorias. Algo que Pablo aún no sabe, porque su Leo es sólo un adulador, un compañero de trabajo al que él, por lástima, lo llama amigo. Lo que no sabe el Pablo de Pablo es que el Pablo de Leo es un imbécil, y cornudo; pero el silencio hace que las muecas tomen el lugar de los seres de cada uno. De ésta forma, cada mañana, tres personas que imaginamos se dan la oportunidad de sonreír y tomarse un café… 

sábado, 9 de mayo de 2015

¿Te ofendes?



[De La Caja de Pandora:] “Se hace uso de la ofensa o se sufre. Me cuestiono si la ofensa existe o nos la inventamos. Si se activa como un mecanismo de defensa de causas nobles, o una forma de minar al enemigo. Si la ofensa es desconocimiento o la inteligencia suprema. Si ofenderse es una pose. Si ofender,  una provocación. Si la vemos, o la ven… Ofender, ¿no es buscar notoriedad, una llamada de atención? ¿Jugar con la audiencia? ¿Una trampa? ¿La ofensa como forma de comunicar? Ofendernos ¿no es sentir  lástima por uno mismo? ¿No es ver nuestras restricciones morales reflejadas en un comentario ajeno?” [De Sanación Holística:] “Cuando nacemos, somos auténticos. Pero nuestra verdadera naturaleza, es suprimida y sustituida artificialmente por conceptos que nuestros padres, la sociedad y televisión nos enseñan. Y crean una novela falsa de cómo deberían ser las cosas en todos los aspectos de tu vida y de cómo deben actuar los demás…” [De la Miscelánea de Lolo:] “Entonces, cuando alguien nos dice algo, nuestra mente tiene que filtrarla con los coladores que conoce, aquellos caminos que nuestras neuronas han formado, y entonces la interpretación de las palabras cobra un significado que podemos comprender y nos prepara para reaccionar. Y cuando decimos algo lo hacemos como la expresión de nuestra realidad personal. A veces esa mezcla no resulta compatible con la del otro... Por ejemplo, es tan fácil llenarnos de sentimientos cuando alguien nos dice algo y nosotros nos sentimos ofendidos. Seguramente, porque es lo que nosotros usamos para ofender. Me pasa todo el tiempo con el sarcasmo. Mientras para mi es simplemente una forma humorística de ver lo obvio, para otras personas es un ejemplo de falta de respeto, intolerancia y grosería (…) aunque ambos hablen y escuchen, ninguno de los dos tiene en cuenta a su interlocutor. Y esto ocurre nefastamente con quienes son más cercanos a nosotros…” [De El Don de la Alta Sensibilidad:] “La gran mayoría de la gente dice lo que dice y hace lo que hace desde su propia estructura de miedos, conclusiones, defensas y valores. Hemos aprendido a comportarnos de la manera A, B o C que garantiza nuestra supervivencia y que nos hace sentir más o menos bien y con la conciencia - si la tenemos - tranquila. Y aunque vamos recibiendo críticas, quejas o reproches, muchas veces estos no tienen que ver con nosotros. Casi siempre tienen que ver con las veces en que la persona había vivido una situación similar (…) Casi nada es personal; casi todo es proyección, por  parte de la otra persona, pero también de nuestra parte hacia los otros, incluidas nuestras relaciones cercanas…”

martes, 5 de mayo de 2015

Sin tener la primera línea…


Unas cuantas inquietudes se me desordenan a la vista, no sabiendo qué pensar. Así, creo, es como uno empieza a preocuparse: esa intriga que nos lleva a imaginar… todo se confunde, como un sueño; rostros borrosos atribuidos a nombres mal pronunciados. Nos creamos historias para creernos luego verdades de la intuición; pero, por qué. Por qué ese ejercicio involuntario. Estamos acaso siendo objeto de algún macabro experimento devenido del fulano pasotismo. Será el efecto secundario de una pastilla que nos recetaron; quién sabe. Lo cierto es que está ahí viviendo de nuestra percepción; un parásito al que mantenemos saludable con nuestras intoxicaciones… una pausa y una bocanada… los recuerdos, los recuerdos cambian: quizás por protección o quizás como consecuencia. Empezamos a olvidar, selectivamente, pero sin conciencia, el huésped tiene hambre y ahí va uno y lo alimenta. Pero, sí, hay un pero: no queremos que se den cuenta, lo disimulamos, con silencio, o con rabietas sin sentido… tenemos que distraernos, y volvemos al pasotismo; a decantar el interés como si este último pudiera oxigenarse… una paz falsa, artificial… y entonces se acaba el entretenimiento. Necesitamos dinero, como el drogadicto, para así no sanar jamás. Luego ponemos nuestra fe en la desconfianza, porque algo malo tiene que pasar. Pasa, al final pasa, pero la vista estaba enfocada en el desorden, y sí;  unas cuantas inquietudes siguen sin dejarme qué pensar…