jueves, 3 de diciembre de 2015

Oda a la cola…




Allegro:
Gente que no trabaja y gente que pide permiso en sus trabajos para poder hacer la cola, para esperar, según el terminal de su cédula, qué y cuánto comprar para abastecerse, abastecerse a base de regulaciones pero; a quién no le gusta esa golilla, algunos exclaman; bueno, a ver, algunos otros han aprendido con el pasar del tiempo que el valor de ciertas cosas supone un cierto esfuerzo, pero no por el mero hecho de esforzarse, no, es más bien por el esfuerzo a futuro, en este caso, a pasado; digamos: algún sacrificio para poder ahorrar, para lograr hacerse con un grado académico, horas extras en la organización para subir un poco el ingreso, todo previo a una idea, que con un poco de drama llega a ser una meta, o ilusión, dependiendo de lo que ésta sea, pero ya no importa, ahora (y literalmente, ahora) es inmediatez: a la calle, a las tiendas, tempranito, para esperar un poco menos que los que están a la espalda… 

Minueto:
Conversaciones, la gente empieza a conocerse, a intercambiar testimonios, a reírse (si, a reírse) la molestia en esta sinfonía ha de tener lugar en otro momento; anécdotas de la crisis: sueldos que no alcanzan y los encargados de los almacenes comienzan sus danzas. Bailamos, buscamos coincidencias, mermamos la angustia al verla colectiva; todos más o menos estamos en lo mismo: igualdad social, pues; una bandera por la que tanto se ha declamado…

Ronda:
Sin disfraces, sin música, casi al pie de la letra (y esto último si es un tanto más metafórico) Da chance de ir a otro lugar, ya alguien en la cola dijo que lo que no hay aquí, puede haberlo  en el  negocio que está más adelante, por ende, nos vamos; para volver a la ronda, porque normalmente se va a más de un sitio para abastecerse… 

Sonata:
Ya después de haber hecho varias colas y con un par de bolsitas en cada mano, adquirimos la licencia de la victoria, esa que nos permite ciertas premoniciones sobre el futuro político del país y cierta jerarquía para juzgar a quienes no fueron parte de la sinfonía de hoy, además; también nos entra el fresquito de que conseguimos lo que otros no han podido, porque así es ahora, lo cotidiano se volvió especial: finalmente los libros de autoayuda lo lograron, se encontró el placer en lo rutinario…

sábado, 28 de noviembre de 2015

Hoax


Palabra interesante ésta: costumbre, que según algunas fuentes, viene de consuetudo, es decir, del hábito, pero más interesante es incluso hacer de este presunto hábito un verbo, una acción: acostumbrarse y, a eso vengo: nos hemos acostumbrado. Nos hemos acostumbrado a que creer es como pensar y a que soportar es así como una forma de aceptar… Escuchamos, o leemos, sea cual fuere el medio: percibimos un hecho noticioso y pensamos (no, creemos) que eso se debe a cierto mal manejo de algunos dirigentes, entonces nos topamos con el sobreprecio y lo soportamos (lo aceptamos) por eso la queja termina siendo una especie de retórica, quizás dialéctica, o parábola, o alguna palabrita que nos lleve a aceptar (aquí si, aceptar) que lo difundido por los medios tiene su punto y por ende, esa debe ser la verdad. Una verdad creada, no resultante, una verdad que debe ser creída (si, de creer) pero entonces cuestionamos: si al final la vamos a creer, no necesitaría ser una verdad, pero resulta ser un argumento suficiente, y suficiente nos basta para ponernos a pensar, pero… si pensar es creer… bueno… que nos difundan lo que sea… al final, de cuestionarnos, lo vamos a hacer los unos a los otros, dialéctica pues, pero sin filosofar…

jueves, 26 de noviembre de 2015

Una suerte de capricho eso, eso que llamamos convicción…


Cosa sublime ésa de creer para sí lo emanado de alguien, mas, cuando ese alguien se refería a alguien más. Así de ilusas son las convicciones, o los caprichos, quién sabe. El Caribe, o el mar, ha hecho de nuestros puertos nuestra forma de percibir las cosas, y pareciera que en cada cabeza hubiese un puerto, distinto al refrán ése: cada cabeza es un mundo. Pues no, podría ser más bien: cada cabeza es un puerto… y el mar nos trae, y del mar recibimos… luego; luego aprendemos; pero en ese proceso se pasa un tiempo, no es rápido, o instantáneo, al contrario: hay que sumar muchísimos instantes para que, de los patrones que pudiéramos establecer, poder pensar, reflexionar... pero mientras, mientras esperamos qué nos trae el mar: izquierda, derecha, dictadura, desamor con democracia, qué se yo, yo apenas me hago mi propio muelle, a ver si soy capaz de entender algo un poco más allá de lo que puedo leer… y puede que en las palabras esté la cosa, porque no sé cómo explicar lo que siento, pero percibo algo; y es que ese algo, alguien: puede que no tenga que ver conmigo, o con nosotros; si es que tú piensas lo mismo, pero uno se empecina, uno no espera que lleguen a su muelle, uno empieza a pegar gritos a cuestas en las costas… y gesticula: deformamos el rostro en muecas que ni entendemos: a éste qué le pasa… todo porque vemos que el mar algo trae, algo asoma y queremos llegue primero a nosotros, a mi muelle, luego corremos a tierra firme, más bien al valle, a exhibirnos unos a otros lo que el mar prácticamente nos trajo a todos pero sólo a algunos les llegó al muelle, así empezamos a envidiarnos, porque es así: cuesta reconocer el esfuerzo de un individuo. Estamos acostumbrados a recibir del mar… cosa sublime ésa, creer para sí lo emanado de alguien…