lunes, 21 de septiembre de 2015

autodesprecio




“No hay nada más animal
que una conciencia tranquila
en el tercer planeta a partir del Sol”

“Somos como un buque en medio del mar del tiempo y el autodesprecio es una fisura en el casco por la que el agua entra. Le sirve al adversario cualquier cosa para hundirnos, de lo más simple a lo más complicado, y le basta con un simple agujerito donde empezar a golpear, a descargar su veneno…  Generalmente comienza haciéndonos odiar, criticar, juzgar, condenar, despreciar, etc., por otros que tenemos en derredor, un maltrato, insulto, lo que sea que ofenda el orgullo y que hiera clamor propio, ahí ya comienza a generarse miedo, preocupación por sí y consecuentemente autodesprecio, pues es como si fuésemos una manzana que es golpeada y comienza a pudrirse donde sufrió el golpe.

 El odio recibido es el que absorbemos y con el que nos odiamos. Entra en nosotros y lo convertimos en autodesprecio. Por ejemplo, si nos han dicho, ‘feo’, eso sigue resonando como eco sin cesar, nos golpea, genera miedo, nos hundimos y la angustia nos ahoga, cayendo hasta la desesperación… El problema es que nos auto flagelamos, nos seguimos castigando y no nos perdonamos… no solo no perdonamos a otros, sino que no nos perdonamos a nosotros ser imperfectos, defectuosos, y nos llenamos de miedo, preocupación, surgiendo el obsesivo pensar siempre en sí, y el dedicarse a sí mismo, ese buscar como ser amado y no despreciados.”

“Las personas que han vivido traumas en su infancia o han soportado rechazos y críticas severos y prolongados pueden vivir en un constante estado de autodesprecio… La vergüenza está a menudo asociada con [ello]. Algunas personas prefieren permanecer con relaciones que detestan porque cambiar la relación les hace sentirse avergonzados”

“Es triste que nunca nos definamos por lo que somos y tengamos que poner siempre en la vitrina de nuestra vida nuestros diplomas”

“El autodesprecio surge cuando se cree que se es inferior y ello se vive como algo vergonzoso, humillante. En sí, es una presunta inferioridad, ya que, cuando se analiza con un mínimo de objetividad, se comprueba que no hay motivos de peso para considerarlo tal, o que, en cualquier caso, se le está dando una importancia subjetiva desmesurada… Lo habitual es que todo esto se lleve en el secreto de la propia intimidad y que tenga una importante carga subjetiva… muchas veces, aparentemente, no resultan evidentes desde el exterior, pero suelen constituir un intenso y profundo motivo de desasosiego, y condiciona bastante la personalidad y el comportamiento de quien las sufre.”
“el reconocimiento no es una cortesía sino una necesidad humana vital”

“Amar a otros no es tenerles lástima, eso es debilidad y es signo de autocompasión, es la evidencia de que nos tenemos lástima a nosotros mismos… La lástima parece compasión, pero en el fondo es desprecio. Nos autodespreciamos, no nos amamos debidamente, no nos valoramos, solos nos echamos abajo, criticamos y no vemos nada bueno o apreciable en nosotros y no nos cuidamos debidamente tampoco… Fingimos que eso es humildad, parece, pero no lo es, es orgullo… Es el orgullo malherido, nos odiamos porque fuimos odiados, despreciados, pospuestos, descartados, reemplazados, no amados o mal amados, entonces, nos creímos despreciables, no amables, reemplazables, descartables, etc… Ahí comenzó el odio a sí, el autodesprecio, nos odiamos porque fuimos odiados y de esta manera se va haciendo una cadena.
 A veces es un golpe, otras un desprecio, puede ser también un insulto o la misma indiferencia de almas muertas, orgullosas y desamoradas que por ello se incapacitan para amar y sólo pasan por el mundo como entes indolentes o como odiosas ardientes.

Así como tenemos que perdonar a otros para ser libres de la tentación del odio, también tenemos que perdonarnos a nosotros mismos, aceptarnos, vernos limitados, defectuosos y humanos y perdonarnos, no despreciarnos por ello… Hay almas que dicen que se aman, pero en realidad son vanidosas, no se aman, fingen amarse, en el fondo se ahogan en tristeza, se tienen lástima mientras que se mueven desesperadas en el mundo para parecer perfectas y eficientes… Cumplen con todo, incluso hasta hacen por demás, y eso que parece bueno desde lo superficial, encubre la tristeza, el miedo, la preocupación por sí y acaba por demostrar un esfuerzo egoísta de un alma orgullosa que busca aprobación, aceptación, adoración.

Eso es lo que pone en evidencia que esa alma se mueve por miedo e interés, finge amor, finge atención, finge aceptación, etc., porque el miedo la domina, controla y somete moviéndola a hacer todo esto con la intención de ser amada, aceptada, tomada en cuenta… Está buscando la forma de imponer que no la desprecien, y así se hace evidente que le dolió y no ha perdonado el desprecio padecido con anterioridad y que tampoco se perdona a sí misma… No se perdona a sí mima porque se exige perfección para lograr aceptación, no acepta ni la suposición de ser imperfecta; sometiéndose a un régimen de terror, de autoexigencia para lograr eficiencia.”

“Hemos aceptado los lemas más estruendos y paternalistas, la ganga verbal de unos sacerdotes ostentosos, elásticos en la moral, dispuestos a inflarse cada tarde a la hora del sermón… Somos los protagonistas de un largo halago del fracaso, y sólo nos queda la traición o la fuga… En una arrogancia propia de la infancia hemos crecido; sin antes albergar un solo mito, una sola expresión afortunada de nuestra condición”



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