domingo, 20 de octubre de 2013

Omiso…


"Sólo lo acepto para que no creas que has omitido algo…" En su proceso, Kafka me deja con una duda nueva que me encantó. El sólo hecho de invocarla me produce una emoción extraña, y es que al pretender persuadir - como acto digno o no de convencer - pareciera que lo hacemos porque creemos tener cierto permiso, y ¿qué nos lleva a pensar de esta forma? Dinero, no sabemos precio, poder, qué tanto, hay algo más; y es posible que se aloje fuera de la conciencia: suponemos que hemos realizado lo propio previamente, y ahí es donde me detengo: solemos creer que el mero acto de asomarnos ante el principio de una sucesión de hechos, nos otorga el poder de saltarnos a las estaciones y al tiempo, y sí, por qué no, irrespetar al desestimar a propósito de un proceso; tal cual un ramo de flores como disculpa por algo que hayamos hecho ¿eso se puede? pero, más allá de quien lo acepta: ¿estamos seguros de que no pasamos algo por alto? ... Claro, a la otra persona - que por supuesto no nos importa - pero queremos hacerle cosquillas a ese Yo que ha de alojarse en el otro, y cuya percepción (la de la otra persona, no la del yo) nos tiene sin cuidado... No somos buenos, he ahí la verdadera rebeldía...

"La mentira se eleva a fundamento del orden mundial..." y pues también, o tampoco: "No debes fiarte tanto de las opiniones. La escritura es invariable, y las opiniones, con frecuencia, sólo son expresión de la desesperación causada por [un] hecho..." Kafka confunde y convence…

lunes, 14 de octubre de 2013

telepatía sensible


“Todos los idiomas derivados del latín forman la palabra «compasión» con el prefijo «com-» y la palabra pas-sio que significaba originalmente «padecimiento» Esta palabra se traduce a otros idiomas, por ejemplo al checo, al polaco, al alemán, al sueco, mediante un sustantivo compuesto de un prefijo del mismo significado, seguido de la palabra «sentimiento»; en checo: sou-cit; en polaco: wspólczucie; en alemán: Mit-gefühl; en sueco: med-kánsla. En los idiomas derivados del latín, la palabra «compasión» significa: no podemos mirar impertérritos el sufrimiento del otro; o: participamos de los sentimientos de aquel que sufre. En otra palabra, en la francesa pitié (en la inglesa pity, en la italiana pieta, etc.), que tienen aproximadamente el mismo significado, se nota incluso cierta indulgencia hacia aquel que sufre. Avoir de la pifié pour une femme significa que nuestra situación es mejor que la de la mujer, que nos inclinamos hacia ella, que nos rebajamos.
Este es el motivo por el cual la palabra «compasión» o «piedad» produce desconfianza; parece que se refiere a un sentimiento malo, secundario, que no tiene mucho en común con el amor. Querer a alguien por compasión significa no quererlo de verdad. En los idiomas que no forman la palabra «compasión» a partir de la raíz del «padecimiento» (passio), sino del sustantivo «sentimiento», estas palabras se utilizan aproximadamente en el mismo sentido, sin embargo es imposible afirmar que se refieran a un sentimiento secundario, malo. El secreto poder de su etimología ilumina la palabra con otra luz y le da un significado más amplio: tener compasión significa saber vivir con otro su desgracia, pero también sentir con él cualquier otro sentimiento: alegría, angustia, felicidad, dolor. Esta compasión [en el sentido de jvspó/czucie, Mitgefübl, madkansld] significa también la máxima capacidad de imaginación sensible, el arte de la telepatía sensible; que es en la jerarquía de los sentimientos el sentimiento más elevado…”


Milan Kundera
Fragmento de La insoportable levedad del ser...

domingo, 13 de octubre de 2013

El último vómito…


Fuiste tantas cosas a la vez, que me cuesta creer que hoy no seas nada…
No sé si es el autor, pero sé que el intérprete es Chayanne

Si tuviéramos que poner en letras los primeros tragos, diríamos algo así como que: de la boca de la botella emanaba, en forma de cascada, el vino que fue a descansar dentro de nuestras copas, esperando que su poca espuma se esfume, para luego acariciar nuestros labios con el primer brindis… así más o menos fue y así nuestro sentido del gusto tuvo el tacto, un tacto que nos humedecía, y cada uno en silencio aprovechó y evocó un beso de sexo, tu el mío y yo el tuyo, porque al pensar en el placer, lo pensamos desde que empieza… dijimos varias veces salud, algunas sonrisas se amargaron de palabras, de recuerdos que se debieron olvidar, seguimos; empezamos a aflorarnos como un bosque en la primavera, pero un momento: ¿qué tanto sabemos de estaciones por estos lados del Caribe? Quedémonos con las estaciones, pero del Metro – del servicio metropolitano de transporte subterráneo – en la mente corre un tren por los rieles de lo vivido, el cual lleva y trae palabras permanentemente pasajeras, como todo tren para, y las viajantes – sobretodo los verbos – se bajan en pequeños grupos que, por muy distintos, o distinta, en el caso de la palabra; coinciden: separar y superar, conversar y convencer, consentir y comenzar – y de repente, por qué no – pudor y podar (porque en la dermis se dan los sustantivos, como en los sentimientos) desprecio y despecho… y el tren choca a causa de ebriedad… el peso que pasa puso pugna en la pena; el lazo del celo luce suelo, por ende luce sucio, mi cielo… la razón burbujeaba; la cena volvió a la mesa… no así nos servimos de nuevo, a dos efectos; porque nos servimos otro trago y nos servimos del momento… Cité entre balbuceos: “La primera traición es irreparable. Produce una reacción en cadena de nuevas traiciones, cada una de las cuales nos distancia más y más del lugar de la traición original…” y luego cité: “Un drama vital siempre puede expresarse mediante una metáfora referida al peso. Decimos que sobre la persona cae el peso de los acontecimientos. La persona soporta esa carga o no la soporta, cae bajo su peso, gana o pierde...” – ¿y lo contrario de ese drama? Me pregunté – Pues el drama de la levedad; ése que no es una carga “sino la insoportable levedad del ser…”

Y sopesó… o como Fue, de Soda Stereo: “y eso pasó…”

domingo, 6 de octubre de 2013

por habernos sido...


Te acercabas a oscuras, para que el frío ardiera en respiraciones, medio cerrabas los labios y medio abrías los ojos; tu aliento acariciaba mi deseo. Mis manos torpes, pero decididas, fueron buscando atados: el placer ascendía, una prenda caía, luego ambos resbalamos y apartamos las almohadas, seguimos conversando con los besos… ya no eran mis manos, sino mis dedos, ya tu sabes que voy y de qué vengo, señalo, exploro, uno de unir gustos nuevos, al igual que tú, que tus manos, ese ir y venir de tus dedos y tus labios, empezó, y temblábamos, por la delicia, por todo este ritual de caricias… Nos movíamos; este, oeste, el norte era mutuo para cada sur de nosotros… Nos dimos la bienvenida, entra, entro, salgo, no tanto, fuerte, pero despacio, el frío se fue y nos quedamos, monosílabos, de costado, de frente, vino la corriente… nos hicimos por haber estado, por habernos sido; o hecho, ahora soy eres tú y estamos…

martes, 1 de octubre de 2013

Codes


“Hay quien no sabe lo que le interesa hasta que empieza a hablar de algo que le aburre…”
J.D. Salinger El guardián entre el centeno

Desde que me da por hacer de mis delirios escritos, he empezado a creer – y a convencerme – de que es placentero el hecho de contar algo con palabras en un texto. Estoy empezando El Péndulo de Foucault de Umberto Eco y me encuentro con que “el mundo de las letras y de sus vertiginosas e infinitas permutaciones es el mundo de la beatitud, la ciencia de la combinación es una música del pensamiento, pero fíjate, has de proceder lentamente, y con cautela, porque tu máquina [o tu cerebro] podría proporcionarte el delirio, no el éxtasis…” a mí lo que me proporciona es el nacimiento de la última a partir de la otra, por eso este blog ha venido llamándose como se llama. Antes de eso Eco dice: “La palabra debe comerse muy lentamente, puede disolverse y volver a combinarse sólo si se ha de derretir en la lengua, y hay que tener mucho cuidado de no babearla..., porque cuando se evapora una letra se rompe el hilo que iba a unirnos a [emanaciones] superiores...” Hablaba de Dios, pero me encantó el contexto. Luego, y ya para dejar al ilustre tranquilo, me deja con esto, y por eso dejé de leer para empezar a escribir: “si desplazas una consonante sin conocer su poder, una de tus extremidades podría cambiar de posición, o de naturaleza, y quedarías brutalmente contrahecho, por fuera, de por vida, y por dentro, para toda la eternidad…” Las palabras son una de las formas más populares de develar lo que se encuentra encriptado en cada silencio que nos produce la percepción cotidiana, sin embargo, las costumbres impuestas nos impulsan a decir lo que se piensa sin pensarlo muy bien; eso hace que se nos distraigan los porqués que se terminarán conformando con la compra de algo, exclusivo, que nos agrupe con otros confusos más, así terminaremos compartiendo la distracción y no el motivo que produjo el silencio original. Los sentires se entretienen mientras se aburren los pensares, lo que siempre está a punto de descubrirse ya nos lo explicaron y nos lo vendieron con las miles de maneras que hay para no estar solo ni en silencio; averigüemos un poco la confesión del otro que seguramente el otro estará averiguando la de nosotros… Quiero esto y quiero aquello, casualmente algo dentro del comercio, es impresionante cómo hemos de sentirnos extraordinarios siendo cada vez más convencionales… ¿Pero de dónde viene lo de ser único? De lo que alberga ese momento de silencio, ése, que se distorsiona con la letra errada y crea a las palabras inciertas…

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