lunes, 7 de diciembre de 2015

Iuris tantum


No hay hombre nuevo. Creo que esa es quizás la conclusión a la que podemos llegar. Pensamos más o menos igual sólo con algunos focos de atención cambiados, la radio pasó a ser tv y el tv pasó a ser un teléfono inteligente, ahí cargamos todo, hasta la forma de pensar: hasta la ideología… siempre creí que en los antagonismos de lo convencional yacía la disidencia, ese pensar distinto que nos hacía llamar a los otros los alienados, porque yo estaba del lado de los libres, del que no sucumbía a marcas ni a modas, del que entendía la sucesión de la lógica, o la causa y el efecto; pero no era así del todo. Al final resultó que el antagonismo siempre fue parte de lo convencional, es como si cada cosa, aparentemente impuesta para ser alabada y en sí creída, viniera de una vez con su conveniente escepticismo, como para hacer del presunto ateo un creyente más, porque al final es eso ¿no? La negación de algo admite su existencia… ah, pero con el tiempo vino el punto intermedio, ese punto en el que ni creo ni dejo de creer, esa ignorancia bendita: algo así como no sé y no me interesa mucho saberlo, es más mientras siga sin saberlo, mejor… y por ahí nos decantamos. El fanático politiquero te habla de derechas e izquierdas y uno, uno bueno: a uno le gusta gastar cuando se tiene, darse su gusto pues, pero en sí seguir siendo disidente, porque así más chévere… pero cuando ni los unos ni los otros tienen plata, todo se confunde, hasta este extraño agnosticismo. Ahora todos necesitamos, y esto es lo grave, necesitamos creer, poco a poco dejaremos de elegir porque a la forma de pensar ya no le hará falta imponerse, nosotros acudiremos a ella desesperados porque necesitaremos creer sin cuestionar, y los disidentes, como yo, bueno, al final usaremos esa disidencia para criticar a los que cuestionen estas necesidades, tal como ya está empezando a ocurrir…

viernes, 4 de diciembre de 2015

Indie


Qué podemos respondernos, me pregunto. Deambulamos inconscientes en conciencias ocupadas, hay que economizar argumentos. De lo que antes se ahondaba ahora se orilla, pero ya va, sin ser orilleros pues no nos hace falta gritar: la procesión va por dentro y por dentro la reflexión ya no se profesa… nos dan dos versiones, dos versiones palíndromas y por eso seguimos igual, por estar en el medio y desde el medio nos quedamos con algunas frases, las que más se repitan, para luego adoptar ese nihilismo burgués que, con una muy en boga cara de aburrimiento, aseverar que dichas frases no nos las creemos… y es que creer, así como tal, no se estereotipa tan bien como lo escéptico, creer es más bien religioso, y ahora a todos nos dio por ser agnósticos: algo nuevo para el catálogo de respuestas: puro pop con música indie de fondo, porque así nos logramos elevar… entonces: qué podemos respondernos, me pregunto. Nada; nada que no salga en el catálogo de respuestas. Consulte, consulte a ver qué le presta más a usted; si la rebeldía pro-gobierno, si la disidencia pagada por padres pudientes, si el curso foráneo porque aquí ya no hay vida, si la vida en otra parte para añorar lo que acá se tenía, si beber en lugar de luchar, si luchar por creer tener, quién sabe, si opinar por redes sociales desde la oficina, si hablar del caos mientras se contempla alguna vitrina, si esperar el estallido social viendo televisión, si estar en la calle para correr y fotografiarse, el catálogo crece pero… de lo que antes se ahondaba ahora se orilla…

jueves, 3 de diciembre de 2015

Oda a la cola…




Allegro:
Gente que no trabaja y gente que pide permiso en sus trabajos para poder hacer la cola, para esperar, según el terminal de su cédula, qué y cuánto comprar para abastecerse, abastecerse a base de regulaciones pero; a quién no le gusta esa golilla, algunos exclaman; bueno, a ver, algunos otros han aprendido con el pasar del tiempo que el valor de ciertas cosas supone un cierto esfuerzo, pero no por el mero hecho de esforzarse, no, es más bien por el esfuerzo a futuro, en este caso, a pasado; digamos: algún sacrificio para poder ahorrar, para lograr hacerse con un grado académico, horas extras en la organización para subir un poco el ingreso, todo previo a una idea, que con un poco de drama llega a ser una meta, o ilusión, dependiendo de lo que ésta sea, pero ya no importa, ahora (y literalmente, ahora) es inmediatez: a la calle, a las tiendas, tempranito, para esperar un poco menos que los que están a la espalda… 

Minueto:
Conversaciones, la gente empieza a conocerse, a intercambiar testimonios, a reírse (si, a reírse) la molestia en esta sinfonía ha de tener lugar en otro momento; anécdotas de la crisis: sueldos que no alcanzan y los encargados de los almacenes comienzan sus danzas. Bailamos, buscamos coincidencias, mermamos la angustia al verla colectiva; todos más o menos estamos en lo mismo: igualdad social, pues; una bandera por la que tanto se ha declamado…

Ronda:
Sin disfraces, sin música, casi al pie de la letra (y esto último si es un tanto más metafórico) Da chance de ir a otro lugar, ya alguien en la cola dijo que lo que no hay aquí, puede haberlo  en el  negocio que está más adelante, por ende, nos vamos; para volver a la ronda, porque normalmente se va a más de un sitio para abastecerse… 

Sonata:
Ya después de haber hecho varias colas y con un par de bolsitas en cada mano, adquirimos la licencia de la victoria, esa que nos permite ciertas premoniciones sobre el futuro político del país y cierta jerarquía para juzgar a quienes no fueron parte de la sinfonía de hoy, además; también nos entra el fresquito de que conseguimos lo que otros no han podido, porque así es ahora, lo cotidiano se volvió especial: finalmente los libros de autoayuda lo lograron, se encontró el placer en lo rutinario…

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