martes, 4 de agosto de 2015

Aplaudir y abuchear…






“La conceptualización del llamado «estallido social», desborda los ejes a partir de los cuales se piensan los movimientos sociales. Además, en esa conceptualización repercuten las consecuencias de la crisis, en la realidad y en la teoría, del paradigma del movimiento obrero. A fin de comprender las formas de conflictividad social, es importante partir de que el «problema» no radica del todo en lo real sino también en los conceptos que construimos. Hoy día resulta difícil postular una teoría del conflicto social al estilo de la que sustentaba los análisis de ese movimiento, sin ignorar las variedades y calidades de dicha teoría.” 

Encontré ésta, llamémosla, definición de estallido social que me sirve para ir dando una idea de qué pretendo poner en las letras. El concepto de esas dos palabras juntas me ha venido dando vueltas en la cabeza como consecuencia de, una muy efectiva, campaña mediática; tanto así que siento que debo dejar algo escrito por si acaso, no vaya a ser que ocurra antes de que lo piense mejor. 

Se me ocurrió, como en otras oportunidades, navegar un poco para saber cómo el estallido llegó a serlo, y bueno; como en otras oportunidades (valga la redundancia), la tragedia y la comedia se pasean por la historia del uso y de los diversos significados con los que ha cargado la palabra hasta las bocas de hoy. Resulta pues que al hablar de explosión, también hablamos de provecho, que de raíces y conjugaciones, nuestra palabra fue también trabajo o realización... Fue también expulsar, echar fuera; pero (y esto merece un delirio) fue incluso aplaudir, y con aplaudir incluye el abuchear, entonces: que se le saque provecho a un trabajo, que se expulse, como exclamación quizás, un ideal, un fin; que al final amerite la burla o la admiración a través del aplauso: estamos en presencia de un show, de un espectáculo previamente configurado en nuestras mentes, para que con nuestros complejos y frustraciones le pongamos pasión al asunto, y de llegar a pasar, pues nos enfrentemos, unos a otros, mientras que los que puedan seguir aplaudiendo, (o abucheando, da lo mismo) aprovechen ese ideal, ese esfuerzo por el que el resto expulsó el raciocinio, el cual, nunca formó parte del concepto de estallido social… 

Ahora bien, no olvidemos lo preconcebido: complejos y frustraciones, por ejemplo el pragmatismo, el miedo. De una lectura foránea os copio: “El miedo a perder el Estado del bienestar atenaza a los ciudadanos […] Hay una percepción de que las cosas son como son y no pueden ser de otra manera. Es algo como de las leyes de la naturaleza […] El fatalismo y la falta de confianza en los que tienen que solucionar los problemas se adornan con la capacidad de observación de los ciudadanos, algo que a los pensadores a veces se les escapa…” 


Fuentes:

Saludos en letras

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