“
Palabra hermosa donde
las haya, aquí en nuestro mundo occidental y en todos los rincones del mundo.
Shirán me la nombró
hoy, junto a la parada del autobús, sentado como cada día allí estaba él, sobre
esa mantita raída que le apartaba del frio y la dureza del suelo, la mirada
triste, perdida, con ese cartel gastado por el aire y reseco por el sol, lo
mismo que su piel arrugada y curtida.
Hace un tiempo, observé
cómo un muchacho pasaba por su lado mientras fumaba un cigarrillo, acababa de
encenderlo y Shirán le miró con timidez y deseo, el muchacho entendió que ese
cigarro de mañana temprana lo había encendido para aquella persona y eso fue lo
que hizo, se lo entregó de su boca a la de él y éste agradeció el gesto con una
mirada cansada y al mismo tiempo casi feliz.
Se quedó grabado en mi
mente ese instante y hoy al pasar junto a Shirán, el hombre que anuncia su
pobreza en un trozo de papel, llamó mi atención, rebusqué en mi bolso y
encontré un paquete de tabaco con cuatros cigarrillos y un mechero junto a
ellos, me acerqué, estaba sentado sobre su pequeña manta y la cabeza inclinada,
sus ojos estaban cerrados, como si durmiese, como si meditara en lo cruel que
puede ser la vida en un país extraño, donde nadie te entiende y apenas te miran
al pasar… me acerqué y le toqué el brazo, le entregué el paquete con los cuatro
cigarrillos y él, mirándome, sonrió… sólo me dijo Shukran y agachó la cabeza levemente como signo de gratitud… vi
llegar mi autobús y le eché el alto como cada día, solo que hoy había sido un
día diferente, no sé si para Shirán, pero sí para mí.
Shukran
es gracias, una de las palabras más bonitas que existen en cualquier idioma, en
cualquier país… una de mis palabras favoritas con la que agradezco a la vida el
poder estar en ella y sentir.
Hecho real. A las 16.15
de esta tarde de lunes.
”
V. Jaramillo