Dos coleccionistas
debatían entre valor y el esfuerzo como extremos de una balanza, para darle
peso a sus satisfacciones. El primero aseguraba que el esfuerzo estaba por
encima del valor (pecuniario) puesto que la suma de dificultades superadas, es
la que engrandece al objeto símbolo del logro. Por otro lado, el otro
coleccionista anteponía el costo al esfuerzo; la sapiencia (o sabiduría) dan
poder al tino de hacer del gasto una inversión, al final, el resultado es lo
que se exhibe. Entonces, entran al debate dos nuevos elementos en búsqueda de
equilibrio: ¿Cuál es el honor del costo y cuál es provecho del esfuerzo? –
usted, que quizás cuestione lo leído, ¿prefiere pagar, o esforzarse? Dirá que
no guardan relación, y a esto vienen éstas palabras – Hay gente que hace los
trámites y hay gente paga a un gestor. Pero el tema no es de papeleo sino de
convicción, y hemos llegado… un par de niños se crían, cada uno con su familia,
está el que pide porque le dan y está el que pide porque le exigen. Pero hablar
de niños requiere de estudios ulteriores que quien impulsa estas líneas no
posee. La cosa es, llegar, en un momento, a entender al menos algunas
reacciones. Cuando usted reclama, por ejemplo, suele hacerlo basándose en una
sensación, cosa que nos devuelve al principio – esfuerzo y valor – y por la sensación hacemos muchísimo, lo cual
es lógico, porque la palabra en sí lleva encima un tremendo peso histórico… Fue
escuchar, viajar, anhelar, enviar, ir y encontrar su camino, hasta que llegamos a la mente y así a los
sentidos. La gente que influye lo sabe, por eso el sentir se oferta y aunque sea
por un ratico lo pagamos, como cual droga, para que luego nos quede el vacío –
y bueno qué son las drogas si no químicos para sentir - ¡Exacto! Valor.
Esfuerzo. Sensación… ¿y esperanza? Pues sí, pero… habrá que tener cuidado con
los excesos, la vida puede ser muy atrevida y por atrevida, repentinamente,
eternizamos al vacío…
Todos somos
coleccionistas…