Pido
ayuda a quien ponga sus ojos en estas palabras, es probable que ese sentir tenga
un nombre, y que el nombre represente algo más que una definición; así son las
palabras, sea por fonética, por la carga histórica que traigan, o por el uso
que se le da y los fines que de tal acción devengan. Tiene que ver con la
esperanza, con el instante; cómo el instante se prolonga a partir de un
pensamiento que tal vez nunca llegue a verdad, un truco de la mente o de
nuestra forma de sentirnos… Intuimos que algo anda mal, algo adicional; una
cosa que se nos pone al frente de súbito. Hoy en día es fácil sentirse triste,
incluso más triste cuando la gente a tu alrededor te dice que hay que verle el
lado bueno a lo que ocurre (cómo odio eso) pero ese no es el tema. Estamos tristes,
desanimados, desesperanzados, pues porque vemos al esfuerzo disolverse en
resignación, por ejemplo, cuando te dicen que no hay boletos aéreos, algo muy
de clase media, lo sé, un poco de empatía por quien es menos favorecido no
viene mal, pero y eso de quién es culpa, uno no ordena sus sentires a partir
del pensamiento, pareciera que sí, pero uno ordena el pensamiento a partir de
sus sentires, al menos al principio. Tal vez, luego de mucha, mucha reflexión,
puede que logremos ese balance que podemos llamar comprensión. Yo quiero
escribir sobre el instante, instante que aun no les he escrito… Andamos cabizbajos
y eso nos lleva a la molestia, molestia a la que nos acostumbramos y por ende llegamos
a la indiferencia. Bueno. Andamos, todos más o menos en lo mismo, unos caen en
el despotricar y otros en la vanagloria, entonces intuimos algo ulterior, algo
fuera de la indiferencia, algo malo, al principio: por qué ella escribió como
si no fuera conmigo con quien conversaba… entonces llueve, en la calle, en la
mente, en los ojos, y en el silencio de lo que no se quiere preguntar. Un paréntesis
de angustia para la molestia indiferente de todos los días… nos quedamos con
esa idea como las palabras escritas a polvo sobre vidrios sin limpiar. Luego llega,
de repente, algo sencillo pero inesperado: sonó una de tus canciones favoritas
en el autobús y además hay gente cantándola. Te alegras, sientes placer, te
llenas de esperanza, por un instante te llenas de esperanza, prolongas el
instante, lo que habías intuido lo olvidas y escapas de la indiferencia, parece
algo bueno, por lo que queremos que dure más, queremos poder acudir a eso otra
vez, pero se va, y volvemos, como todos los días, y nos damos cuenta que lo de
la canción no ocurrió… ¿cómo lo llamarían?
Blog dedicado a la redacción de escritos, en su mayoría originales. /Blog focused on original writings mostly
martes, 21 de octubre de 2014
viernes, 17 de octubre de 2014
Humo
Pongamos
algunas palabras a la brasa, saben, para que formemos una cortina de humo, al
final lo que quede nos lo comemos. Cada semana se celebra algo, un triunfo,
obviamente; el júbilo continuado se esparce de manera viral aunque la realidad
individual oponga resistencia. Hay hambre de buena vibra, así que hay que hacer
de la desgracia un chiste: aplaudimos al más cómico, ese que se ríe de sus
propias penas. La concubina se quedó en casa, llamó al: llamémoslo, facilitador,
ese que se encarga del entretenimiento que el concubino debe implorar como
recompensa, porque en esa pareja las cosas son así, se accede por placer o por
agradecimiento, y gracias al juego del esfuerzo, la vida nos colma de extrañezas.
Esperábamos el mal que habría de alegrarnos, para tener razón en algo, hoy ya
nada bien se explica, pero no; nos equivocamos. Todo el mundo celebra y mi jefe
no quiere irse: no tiene nada de qué alegrarse ¿Por qué no acude a los brazos de su esposa? Le pregunté. No es mi esposa aún; y ésta noche me toca
darle la noticia, por lo que no habrá placer para mí hoy. Me dijo… ¡Pero si
todos están celebrando! Pero eso fue ayer, hoy la noticia sigue viva pero el
humo se renueva: llegó mercancía, setenta unidades; somos más de doscientos,
hay que llegar temprano, hacer la cola, no queremos quedar por fuera, ah, pero
no, ya hay treinta apartados, de antemano, serán sólo cuarenta los afortunados.
El concubino llegó de veinte, lo que significó ser el cincuenta, pero le
consiguió el artículo a la mujer, hoy quizás sea recompensado, pero quién sabe,
el facilitador no va a visitar a la concubina, también tiene mujer y ésta
también quiere una unidad del preciado producto. Sí, trabajan juntos, no
revueltos, pero asisten a la misma institución. La concubina estará de mal
humor, veamos cómo le va a mi jefe... Hoy los compañeros se reunirán, es
viernes, hay que salir, la buena vibra pues, y yo, bueno, yo creo que le haré
una visita a la mujer del facilitador…
lunes, 13 de octubre de 2014
Puede que el estatus ya no sea algo bueno, y puede que el conformismo de no mejorarlo sea aun peor…
No
quiero copiarles la definición de estatus social, pero conseguí esto con lo que
me dieron ganas de escribir: “El estatus [social] suele ser adscrito en virtud del sexo, la
edad, las relaciones familiares y el origen, con lo cual el individuo queda
inserto en un grupo social específico, independientemente de su capacidad o sus
logros. Hay, por otra parte, un estatus adquirido, que se basa en el nivel
educacional, la ocupación, el estado civil y otros factores que suponen
esfuerzo personal. Los grupos de estatus difieren de las clases sociales porque
se basan en consideraciones relativas al honor y al prestigio y no a la
posición puramente económica. El estatus relativo es un factor determinante de
la conducta interpersonal y la competencia por el estatus parece ser una
motivación fundamental en los seres humanos…” y me quedo con lo último,
que, más que motivación, pareciera ser una necesidad, pero no simplemente, ni
solamente: con el tiempo, una necesidad no satisfecha puede engendrar
desesperación o frustración, dependiendo de lo que alberguen las personas como
logro o esfuerzo. Quizá nos sintamos frustrados, pero la desesperación nos
arropa primero (y así entramos en calor) por lo que el tema del estatus define,
mejor, nos define, en una búsqueda errante…
¿Es
la situación que vivimos lo que nos molesta tanto? Puede ser, pero molesta aun
más el hecho de que ese estatus se vea amenazado… ¿nos revelamos entonces?
Bueno, esto sugiere la gran pregunta: ¿a qué estamos dispuestos por ello (El
estatus)? Ajá, eso está bien pero… entendemos que por mucho convencionalismo
que nos dicten los medios y su publicidad, no llega igual a todos, así como
ninguno tiene porqué ajustarse al mismo precepto convencional… Hay unos cuantos
que disfrutan de la buena vibra, que consiguen sonrisas en eso de las cosas
sencillas… Encontré un filósofo (Byung-Chul Han) el cual dice, más o menos: que
tanta positividad nos ha condenado al agotamiento [y concateno un poco] Puede
que el estatus ya no sea algo bueno, y puede que el conformismo de no mejorarlo
sea aun peor… quienes nos gobiernan lo saben, y por saberlo nos controlan:
acaso creen que el embotellamiento y las “horas pico” son casualidades de
ciudad; creen que eso es un mero fruto demográfico. Acaso la inseguridad no es
también otra forma de control. No hablemos del horario de trabajo: todo el
mundo a la misma hora en cuatro paredes, detrás de un escritorio, quejándose de
su estatus…
Un
delirio más que les dejo.
Saludos
en letras…
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