martes, 5 de mayo de 2015

Sin tener la primera línea…


Unas cuantas inquietudes se me desordenan a la vista, no sabiendo qué pensar. Así, creo, es como uno empieza a preocuparse: esa intriga que nos lleva a imaginar… todo se confunde, como un sueño; rostros borrosos atribuidos a nombres mal pronunciados. Nos creamos historias para creernos luego verdades de la intuición; pero, por qué. Por qué ese ejercicio involuntario. Estamos acaso siendo objeto de algún macabro experimento devenido del fulano pasotismo. Será el efecto secundario de una pastilla que nos recetaron; quién sabe. Lo cierto es que está ahí viviendo de nuestra percepción; un parásito al que mantenemos saludable con nuestras intoxicaciones… una pausa y una bocanada… los recuerdos, los recuerdos cambian: quizás por protección o quizás como consecuencia. Empezamos a olvidar, selectivamente, pero sin conciencia, el huésped tiene hambre y ahí va uno y lo alimenta. Pero, sí, hay un pero: no queremos que se den cuenta, lo disimulamos, con silencio, o con rabietas sin sentido… tenemos que distraernos, y volvemos al pasotismo; a decantar el interés como si este último pudiera oxigenarse… una paz falsa, artificial… y entonces se acaba el entretenimiento. Necesitamos dinero, como el drogadicto, para así no sanar jamás. Luego ponemos nuestra fe en la desconfianza, porque algo malo tiene que pasar. Pasa, al final pasa, pero la vista estaba enfocada en el desorden, y sí;  unas cuantas inquietudes siguen sin dejarme qué pensar… 

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