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viernes, 6 de febrero de 2015

Fue o pudo haber sido


“Después de todo, nuestra modernidad, inmersa como está en la tecnología aunque irregularmente y dependiendo de dónde nos situemos en el mapa, es tan sólo el último capítulo de una larga saga que realmente comenzó con la separación gradual entre Io natural y Io divino a principios del Renacimiento. Es allí, en la ruptura fundamental entre un mundo espiritual y otro material que hasta entonces habían permanecido indisociables, que reside el origen de Io que en Occidente se llama modernidad…” Bajo las líneas y subo cierta curiosidad, una causa casual aparentemente: “Desde el punto de vista social, la construcción de infraestructuras supone diferentes repercusiones, ya que modificando el espacio que contiene las actividades económicas y las formas de vida, no sólo se afecta a la morfología territorial, sino también, y profundamente, a la sociedad: provoca o acelera la mutación de las estructuras y de las dinámicas de los colectivos afectados. El proceso de transformación social está determinado por el ritmo de la construcción y acusado por el hecho de tratarse de una intervención planificada por instancias externas…” Más adelante encontré que tal transformación social, puede ser irreversible. Bien, he combinado dos lecturas; una causa casual aparentemente: Las construcciones, o lo que queda de ellas, nos hablan. Nos hablan con su edad, con su historia, y con su historia nos dicen lo que fueron (o pudieron haber sido) y obviamente: ya no son, dejaron de serlo…
“El Estilo Internacional conoció su momento entre principios de los años cuarenta y finales de los sesenta, cayendo rápidamente después en el desuso y el olvido. Estos últimos fueron lentos, pero seguros: a pesar de su lenguaje futurista, la arquitectura modernista se fue marchitando poco a poco, cambiando su colorido lustre por una erosión paulatina, versión urbana de esas ruinas que la jungla va lentamente recubriendo hasta hacerlas desaparecer casi del todo. De igual manera, esta arquitectura desapareció de vista, en parte porque sus propuestas ideales no se ajustaban a la realidad habitacional para la que fuera construida (el caso de los grandes bloques obreros, verdaderos enjambres aislados y alienantes) entrando en conflicto directo con sus usuarios, prisioneros de un racionalismo cuya integridad justificadamente vejaran; en parte porque la visión que le diera nacimiento fue prontamente superada, quedando así sus vástagos sometidos a la implacable competencia del tiempo y la moda. En suma, si bien las construcciones modernistas permanecieron en pie, lo hicieron a expensas de sí mismas: abiertamente abandonadas o simplemente ignoradas, pasaron a conformar una capa más del espeso tejido urbano, convirtiéndose en una especie de telón de fondo modernista frente al cual las ciudades continuaron evolucionando y sus transeúntes paseándose ciegos e indiferentes…”
Deliramos: caminamos por la ciudad y la ciudad nos muestra su evolución a través de sus ruinas, éstas últimas, construcciones de progreso de un tiempo que ya pasó. La ciudad vibra y nos transmite su sentir (quizás de ahí que tanta gente haya optado por la moda ésta de desear Buena Vibra, pero ese es otro tema) Captamos el mensaje y lo vivimos en idiosincrasia, en ideología; y luego sufrimos de ansiedad. Y por la ansiedad nos quejamos, y cuando las quejas son mudas ante los oídos de nuestros gobernantes, nos desesperamos, en silencio, frente a un dispositivo electrónico, consumiendo moda para consumar de algún modo el llenado de nuestros vacíos. Vacíos que pueden ser desgracias, y esto me recuerda a una canción de U2 en donde Bono canta: “en mis sueños ahogaba mis desgracias, pero mis desgracias aprendieron a nadar…” Una causa casual aparentemente: la canción se llama hasta el fin del mundo

Citas: http://www.celesteolalquiaga.com/modernidad.htm “Las Ruinas del Futuro”