Se subastaron el don de la queja y los sorbos de alegría, para justificar al derecho junto con algunas sonrisas; se pusieron unas cuantas piedras de felicidad sobre el camino del dolor. Gente de por ahí llegó a comentar sus dulces tropiezos…
Quien usufructuaba el poder de quejarse no sabía combinarlo con sus razones, las opiniones siempre habrán de saber a lógica para quien nada pierde y goza el promoverlas…
El derecho de conformarse, la libertad de aceptar; el vicio de compararse ya que siempre algo peor habrá…
Bueno pues uno que se va por el caminito....hasta más ver arrierito.
ResponderBorrarEl Caminante Empedernido.