Pedro Pérez siente un vacío: por la presencia de las dudas o por la ausencia de la respuesta deseada; una explicación que no lo llena, un desconsuelo quizás. ¿Qué sugerimos cuando complacemos? Pareciera no ser tan desinteresado después de todo. Bañado en el sudor propio de la fiebre, doble P decide ir a complacer a su pequeño Juan José comprándole, así, en medio de la lluvia, su regalo. Al llegar a casa, empapado y débil, Pedro hace la entrega – todo por ver esa sonrisa – y la sonrisa no se produjo, el no tan pequeño disfrutaba, más por obsesión que por deleite, del juego de video que acaparaba su atención. Es el silencio quien recibe al hombre del regalo, el cual, luego del saludo sin respuesta, se cambia y se procura una pastilla; se encierra en el cuarto, dudoso, no es la primera vez ni la primera persona con quien ocurre, entonces: ¿es dar la mejor forma de recibir? ¿Es cierto que el mundo cambia con tu ejemplo y no con tu opinión? Al parecer no con la Pedro. La reflexión es un desahogo y dentro de la mente del hombre es como un parque temático en temporada alta: los niños y jóvenes pensares se suben y se bajan de las atracciones, están los que se caen, los que son vigilados por los pensares más viejos, los que hacen la cola para volver a subir, los que descansan, ríen, lloran, gritan, juegan, hablan; se juntan y se separan. Todo ocurre en un tiempo relativo que se cuenta en miradas fijas pero errantes que cambian de dirección, con parpadeos cada cierto minuto. Pedro vuelve en sí en algo parecido a un despertar, ahí nace el vacío; podría decirse que cerró el parque por hoy, por el momento en que duró el paseo, o la reflexión. Quiso hablar pero calló, quiso reclamar pero se contuvo, quiso llorar de impotencia pero lo pensó bastante más no suficiente – nunca se piensa lo suficiente – especialmente lleno del vacío que te dice (a él) que no puedes hacer lo que no has dicho y que el haberlo pensado es tarde, porque las ganas de actuar sucumben a las de decir y si no lo dijiste fue porque no lo hiciste y por eso te frenaste, un ciclo para callar y caer en cuenta del cansancio que produce bajar la mente al corazón y subir el sentir al cerebro, para nazcan las palabras, o las acciones…
Otra noche de silencio: el tiempo pasa…
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ResponderBorrarLa vida es como tu quieras, triste, feliz, como venga..
deja que te sorprenda.
Placer leerte.
Así es, y muchas gracias por la huella....
BorrarSaludos en letras
A veces hemos de dejar fluir, las decisiones están tomadas pero no es el momento adecuado, su aliado más ferviente. La paciencia es ilimitada cuando algo se quiere de veras, si no es así, déjalo correr, no sufras innecesariamente, si crees que tu vida puede ser mejor no esperando nada y dejando ir aquello que amas y en lo que crees...HAZLO...no te detengas, no aumentes el sufrimiento, porque si el amor ha de traerte más llanto que sonrisas, entonces no merece la pena.
ResponderBorrarSi por el contrario y sopesándolo todo, vence la paciencia por amor...deja fluir, la vida es sabia, nosotros solo somos aprendices interminables y quien sabe lo que la vida nos tiene reservado....dejemos a la vida respirar.
Angie.
La vida no cambiará por las opiniones que demos, cambia por el ejemplo sin duda alguna, es solo que algunas personas aprenden más despacio que otras...pero ambas cambian el mundo.
ResponderBorrarAmén ;-)
BorrarLos abrazos envían oxitocina en grandes cantidades y las reparten por nuestro cuerpo, llegando al corazón....un abrazo escrito de 20 minutos. ;-)
ResponderBorrarPues con muchísimo gusto lo recibo ;-)
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