viernes, 2 de septiembre de 2016

Mal de golfília…




Pues ya nos vamos. Sí. Después de tanto trajín, tanto esfuerzo tonto; nos vamos. Una pancarta anunciando una pronta inauguración se desteñía; tal vez por el sol,  por el tiempo, por albergar otra promesa incumplida… y es que a eso  nos hemos acostumbrado: a la idea de un futuro, lamentablemente sin presente. No es posible pensar que algo ha de ocurrir si aún no empieza. Está bien, pero; pero nos prometen empezar, y eso al final es lo que significó la palabra: anunciar un algo por hacer, más no necesariamente cumplirlo. Es quizá nuestra esperanza puesta fuera, porque sabemos que no haremos nada al respecto; la que nos lleva a creer, con fe, en lo que nos prometen, y sobretodo creer; que por prometido, habrá de cumplirse. Luego queda esa suerte de arrebato; tal vez de frustración, tal vez de tristeza, de rabia, puede ser: de que no nos cumplieron, para entonces empezar a criticar, a opinar, a practicar la autocompasión y el autodesprecio, para luego volver a la rutina, amargados, producto de cada espejo humano que nos susurra a base de apenas gestos: ¿y qué prometiste tú?


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