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Friday, December 6, 2013

Publicare y no publicaré...


Mira, cómo te explico, a ver; en algún momento se nos habló de igualdades a través de la creación de estereotipos y preceptos que fungen de modelos a seguir para encontrarnos así en esa constante búsqueda, a la que dedicamos vidas viudas de primeras ilusiones. Quizás el primer resbalón devino de la creencia en que las labores pueden clasificarse y por dicha labor el estatus, y probablemente a partir de ese delirio quisimos entender pues que los buenos empleos se situaban detrás de un escritorio, bajo un código de ropa; así todos acudimos en masa a comprar el estereotipo preconcebido en publicidad y que nos acerca a esa mimesis con la que decimos, que ésta marca y estos colores, no son para todo el mundo. Pero claro, existe el arte; como excusa o como camino, pero existe; entiendo que el arte es la contravención de esa demanda, podría decirse que es nuestro modo de resistir hasta que se convierte en mercancía y por ende, en otro estereotipo. En un mundo de igualdad no existirían las manifestaciones artísticas, o puede que sí, y sería otra forma de política, pero puede no tratarse de evolución y revoluciones, sino más bien de ciclos por cumplir y cumplidos. Puede que vivamos bajo ciclos de purificación. Juguemos al creo, tú escoges, primero como creación y luego como creencia, o quizás al revés, por qué no: yo creo para que tu creas y la costumbre ya es religión; tú crees para que yo cree y la costumbre se hace resistencia, pero de tanto creer y crear justo con todos sus viceversas, mi religión y tu resistencia, resultan ser una sola creación; y bueno, a los borregos cómo los llamamos: creativos, y eso es lo que te piden para sentarte detrás del escritorio; creatividad…

Este es un fragmento de mi más reciente cuento corto, pueden hacer clic en cualquier lugar del texto que acaban de leer para tener acceso al escrito completo. Como siempre, sus opiniones son bienvenidas y agradecidas... Saludos en letras...

Monday, October 24, 2011

Martha y Ellas, Francisco y Pedro; y los Egos…


Martha me dejó, Pedro. Me dejó por un idiota casado, prefiere ser amante, ocultarse entre nombres; prefiere eso a este noviazgo, a este sincero sentimiento. ¿Puedes creerlo? Mira Fran, francamente eso se veía venir; siempre fuiste víctima de tus crímenes y lo sabes: tuviste tantos amigos al teléfono, ¿cuántas veces usaste mi nombre, por ejemplo? No es igual, Pana; ella era la más importante. ¿La más importante, Fran? Perdiste esa relación desde que caíste en el juego perverso de los egos. ¿De los egos? Si Vale, de los egos. Nuestro ego alberga dos egos, al menos así lo veo: un ego territorial; muy propio de nosotros, y un ego intelectual; de ellas. Uno lo tenemos por distracción y el otro por esencia: uno domina al otro, y evidentemente el que nos domina va relacionado al territorio. Ellas no, ellas se rigen por el ego intelectual, y este, a su vez; domina al otro. Así de real, viejo. Verga Pedro, no entiendo un carrizo…

A ver: el mal llamado machismo es un invento propio de quien complace al ego con su intelecto, una institución creada para crear excusas, para poder contraponer estos egos: tú nunca has conquistado a alguien, pero lo territorial te hace parecer conquistador; tú mismo te lo crees, y seguramente, el tal González, casado, debe creer a Martha un trofeo; cuando es Martha la que bebe del ego de la esposa mientras se entretiene con el bicho este; tal como hacías tú…

No Pedro, machismo nada; yo soy de los que piensa en la igualdad de género, pero eso no quiere decir que no me afecte. La igualdad de género, déjame ver: esa es otra institución, más moderna y menos universal que la del machismo. Me hiciste recordar a un Pana que me dijo que la igualdad de género fue un invento del capitalismo para que las mujeres, en su afán por competir,  usaran faldas más cortas. ¡Cómo me reí! Pero la verdad es que el machismo clásico hizo a la fémina más poderosa aún: princesas, reinas, doncellas, damas de honor y de títulos; la virginidad y la belleza que las acerca a lo divino y a lo divinas, pero con la sola mala suerte de haber gestado violencia entre muchos hombres: acto salvaje que se empeñan en domesticar. ¿Quién se empeña? La gente, Fran; la gente, todos…

Si Pedro, ¿pero cuál es el punto? Tenemos dos egos en distinto orden con respecto a la mujer, uno se corresponde y se antepone al otro, por eso nos vanagloriamos con varias mujeres cuando son ellas quienes han sembrado todo esto a través del tiempo: el mundo es de ellas, supongo. Por eso los islámicos apelan a la represión, porque saben que el día que permitan un hombro, una pantorrilla; se les acabó el dominio: ¿a eso te refieres? ¡Entendiste Fran! ¿Y? ¿Y, Pedro? Esta historia se cuenta entre dos hombres, pero en algún otro lugar son dos mujeres quienes cuentan su historia de un hombre, o de otra mujer quizás. Para mí es un solo ego, el de quién sea, y el mío, hoy,  está herido…

Monday, October 3, 2011

Su visión del acoso (Primera parte)



Corre el rumor de Dayana y el nuevo jefe. Lo de siempre; largos ratos en privado, horas extras, llamadas sabatinas, el aventón a la casa por aquello de la caballerosidad, y todos los ingredientes esenciales para suponer un clásico idilio de oficina. Nada nuevo en un mundo de lunes a viernes. Boris, el jefe, como se ha de esperar, es un hombre casado; casado con la hermana del antiguo jefe, el cual, también, como cosa rara; incursionó en el oficio del cortejo para obtener, sin éxito, el corazón y el cuerpo de Dayana. Dante, conocido como el “exjefe,” a diferencia de Boris; practicaba la compra del amor con los beneficios de la investidura del cargo, nada nuevo tampoco, pero sin la esperada recompensa; más por parte de las lenguas del trabajo que por él mismo…

No sabemos si Dante era un tema de conversación entre los presuntos amantes, pero se cuenta por los pasillos de la historia de un hombre y su devoción por el acoso. Dayana, que sin ser Diana, tenia ese porte de princesa, de diva; ese que su padre debió haber asumido para darle el nombre, más por como se pronuncia que por como se escribe; pero los nombres, afortunadamente según algunos, no tienen errores en la escritura…

Boris divagaba, se preguntaba; dudaba, se respondía para sus adentros. Hablaba con los discretos (los más chismosos) sobre la autenticidad del acoso como condición en la persona moderna. Boris sostenía que el acoso, más que un problema, era una opción. La persona que acosa lo hace desde la comodidad de un computador, de un teléfono; últimamente resulta fácil averiguarle la vida a alguien. Me gustaría haber conocido a un acosador en los ochenta; nos comentaba (Yo también estuve ahí ese día.)

No me contuve y me incorporé. Jefe, ese es un punto de vista; pero es más que eso, es más bien como un virus en la red. Todo el mundo sabe que quien crea la cura primero creó la enfermedad. Hoy en día hay más depresivos, trastornados; todo por el estrés todopoderoso. Aunado a esto, las terapias de grupo, la autoayuda, las religiones de la globalización. No sólo es fácil ser acosador, sino que está de moda serlo. Usted dice que se elige, yo le sumo que se elige porque se puede, porque es una especie de tendencia…

Una tendencia peligrosa, una tendencia que hace daño; alguien dijo. ¿Hay tendencia que no genere daño? Preguntó Boris…


Su visión del acoso (Segunda parte)


Nos incorporamos al trabajo y al silencio, Dayana entró un largo rato a la oficina del jefe…

Ayer apareció Bárbara, la hermana de Dante. Fue a ver a su esposo, fue a hablarle de lo extraño que se comporta su hermano.  Boris entendía que su papel en este guión para telenovelas, era el de televidente; por lo que al finalizar la entrevista con su mujer, salió de la oficina a contarnos el capítulo de estreno…

Boris asumía que el ejercicio del buen oyente obedecía una especie de complicidad. Se excluía de la historia, como si no formara parte de ella. Se olvidaba que Dayana era la mujer más deseada de la oficina, y a mi particularmente me encantaba Bárbara. Olvidaba que Dante fue adorado por su gestión como jefe, y al parecer también olvidaba que todo el departamento estaba al tanto de la historia…

Otro día, como cualquier día; Dayana fue requerida a la oficina urgentemente; eso se decía. Se apresuró desde la repisa donde se prepara el café. Dejó  un vaso a medio tomar junto a unas marcas de lápiz labial, y con esto; su teléfono, el cual descansaba sin dejar de avisar la constante llegada de mensajes…

No había gato alguno para que lo matara la curiosidad. Lo que sí había era gente; gente sedienta de emoción por la tragedia ajena. Alguien (no Yo) tomó el aparato, el arma implicada, el depositario de las pruebas del delito; la pieza fundamental para la historia. Se encontraron diálogos escritos: Dayana y Boris, Dayana y Dante; Bárbara y Dayana, en estos; las menciones sin sorpresa y las menciones sorprendentes:

Dayana y Boris, junto con los distintos nombres para Bárbara y el apodo de Dante. Dayana y Dante: Boris aquí; y Boris allá. Bárbara y Dayana: ¡Bárbara y Dayana!
 
Boris siempre lo supo: el acoso, más que un problema, era una opción. Una opción que todos elegimos, y de esta forma revelar que era Dante el acosado por Dayana. Resulta que si hubo mayores acercamientos. Bárbara, desde la primera que nos vimos, nos seguimos en todas las redes sociales habidas y por haber; el acoso era mutuo. Boris, Boris lo intentó, pero para sorpresa de los colaboradores de este guión; todo aquello en donde se veía un romance, no fue más que un verdadero intento fallido. De Boris nos quedó su visión del acoso y a veces recordarlo en algún ocaso, sea el caso…


FIN (del chisme)