Cada día la veo, entaconada, perfumada; bella:
Ella. La mañana es ese ocaso invertido que en lugar de saludar, despide a la
noche para promover las rutinas. Paso, peso, piso, poso y puso; sus gestos y
mis pensamientos, el mundo que creo, de creer; no de crear: para hacerlo
posible me toca soñar, soñarlo, darle ganas intrusas y darles la bienvenida, al
fin y al cabo eso es un sueño al dormir, una especie de mezcla entre el deseo y
la memoria de los sentidos, es el receso de la mente que uno pone a trabajar.
Me quedo con los recuerdos no vividos, sentidos, sí, sentí dos, tres, y mil
veces esos besos, esas caricias, esa sensación de mirada; mis sueños no tienen
ojos, son para el despertar y sé que son los suyos. Te lo preguntarás quizás;
quiso y pudo, será usted o tú, yo prefiero hablar de Ella, usted se me aleja de
las letras. Un suspiro es una cápsula de aliento que se usa para ofrecer
nombres al viento, como toda cápsula, tiene sus efectos: evocar, pero no es
necesario, para eso viene una mañana, quisiera más bien un mañana: real y
realizado, puede ser crítico, y ha de ser criticado también tan mal. Son así el
soñar y el imaginar, a veces conviene, pero sin venir, en ocasiones conlleva y
ni trae, es; lo sé…