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jueves, 18 de abril de 2013

Sin trastes…


En el juego de los antónimos lo correcto es lo equivocado pero equivocado no es lo correcto, entonces, habría que entender, que para ser hay que no serlo y al no serlo no se puede ser. Digo esto por los contrastes que en  la sociedad se exhiben, dado que, los matices del clamor pueden mezclarse y dar nuevas razones, inéditas, y poco explicables. ¿Será el absoluto el opuesto del relativo? Pero de ser así el relativo no sería el opuesto del absoluto, porque de alguna forma este último absorbe al primero por su posición, pero no es el caso en la pregunta planteada, y eso lleva a darme cuenta que se pueden poner opuestos en un contexto más no pueden permutarse, ahí entra el orden: no hay un buen antónimo si no se está seguro del orden; eso explicaría porqué ninguno puede estar en todo y sí todo puede estar en ninguno. Curioso. Sapir/Whorf decían, o daban a entender, que la no existencia de un término condiciona a la persona a la hora de discernir, hay un ejemplo por ahí con los esquimales y sus distintos nombres para la nieve cuando para el resto todo es solamente nieve; o como el caso del color verde en algunas etnias. Orwell, en 1984, específicamente en su Neolengua, basa el orden entre otras cosas, en eliminar a los antónimos, por eso en la historia del libro es el Ministerio del Amor el encargado de la guerra. Un tema de contrastes sin duda, para dudar mejor…