Fue cuando nos miraste que
sentimos el ardor del miedo, ese temor de discutir sin argumentar. Fueron varios
los insultos que elevaban el placer de herirnos, como si el desprecio evocara
al deseo con ansias, como si la lástima sembrara semillas para copular. Gritaste,
como un orgasmo, y así lo escribiste en sus ojos, y así lo describieron tus
labios, te maldijo, y bien dicho. Fue bien mirar para el mal de ojo, para el
morbo en sorbos; y se inevitó el sexo sin caricias para invitar. Fuerte fuiste,
y fuimos; odiar un cuerpo que se macera en las aguas de la rabia, que brotan
del paladar ansioso. Fue así como nos besaste y te mordiste para sucumbir
mejor, para que te diera rabia convencerte, pues nunca a ambos aceptaste: mi tormento
se calma a gritos gratos. Sólo tú puedes porque te disgusta, así siempre te ha
gustado: un rato conmigo y un reto al halago: es así nuestro ego, contigo; y conmigo…