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lunes, 29 de septiembre de 2014

Lo asiduo acaba en costumbre y al acostumbrarnos nos volvemos espectadores




Porque todo el mundo sufre, porque todo el mundo llora” y porque todo el mundo se queja también. Qué es la queja. Esto es interesante; al parecer tiene que ver con querella, un término usado para la reclamación, pero, no es una reclamación en sí. Reclamar lleva implícito un derecho vulnerado, por eso se reclama y tampoco tiene que ser un desacuerdo, pues éste último deviene de un punto de vista. La queja es otra cosa, la costumbre de quejarse es algo más, ulterior, distinto, sí, es eso, una costumbre, un hábito, un vicio, no sé… también manifiesta un dolor, una molestia, puede que sea todo junto en la percepción de quien se queja. Pero por qué se queja usted. No le gusta lo que hace su pareja, no le gusta cómo sus gobernantes administran las riquezas del país, le incomodan los cercos de dominio bajo los cuales se le limita el tránsito y el pensamiento… En la búsqueda del equilibrio como sistema: qué se contrapone a la queja, con qué busca usted el alivio: euforia, drogas, alcohol, medios de comunicación, medicamentos, infidelidad, catarsis, protestas pacíficas, consumo, ciencias alternativas; a ver: cuál es el alivio para esa queja con la que no se deja de despotricar… Lo asiduo acaba en costumbre y al acostumbrarnos nos volvemos espectadores, entonces, eso de la queja puede que sea un show, digo yo, pero sin ánimos peyorativos, aunque la queja sí se anima de esa forma: peyorativa: esperamos lo que no ocurre, o lo que no deja de ocurrir; así nos quejarnos: para ir corriendo hacia el presunto alivio, al menos el alivio de turno. Una mujer se queja de su marido, típico, con lo que, en términos químicos: segrega, cual sudor por el ejercicio; la necesidad del alivio… Acude a un amante, a las copas o quizás al centro comercial de turno, quién sabe. Los medios se encargan de proveer la idealización del alivio en cualquier cosa, cualquier cosa que estimule al consumo…  así que nos consumimos, para luego rehacernos de la queja y agrandar en cifras esos pasivos, los que también serán objeto de la queja… Un hombre amanece y las noticias lo llenan de quejas, se inmoviliza, espera la llamada de un amigo para salir a hablar de esas quejas, cada uno con un trago en la mano, porque si no, cómo se ríen, hace falta estar medio borracho para ser medio divertido, bueno, así los hay… la queja los hace a la medida, pues hay quejas para todo, para todos…  No ocurre lo que queremos, por eso tenemos que gastar, he ahí la inversión, el equilibrio pues…

lunes, 23 de septiembre de 2013

Antibiótico antibioético…


Todavía nos lo preguntamos, hay demasiadas respuestas pero ninguna nos corresponde. Seguimos caminando, en silencio, para recordar; para cuando conversemos. Por qué la maldad; por la crisis en el alma, en la mente – suena Queen y Freddie dice: “lo quiero todo y lo quiero ahora…” – Pero esa no es la niñería que deberíamos conservar de adultos ¿cierto? Claro, acuérdate de tu esposa, sí; el problema está en los principios que no secundan, tal vez porque carecen de presencia, de solidez pues como me lo explicaba: no podemos lidiar con el fracaso, y si no tenemos principios hacemos mucho daño sencillamente… y nos hacemos verdugos, hasta el disfrute, como cualquier otro vicio que es reprochado. La maldad puede llegar a ser boleto de entrada en muchos corazones; mediador entre el cerebro y las manos, como en Metrópolis. Una persona no te olvida cuando la hieres y ahí nace esa basura grandeza. Fechorías significantes, con malos significados… se ajustan cuentas con ese fracaso, sin valores, para creernos valiosos, luego qué, ¿perdón? ¿Y de quién? Habrá que repasar un poco de bioética – irónicamente nueva y por lo tanto subjetiva – Seguimos caminando, buscamos asilo luego de haber dañado, como si fuéramos víctimas, y llega el día y nos trae algo para quejarnos, para poner en él la culpa, y luego repetimos todo cual ciclo que se retroalimenta y crece. Cambian los modos, los malos, entonces el mundo se vuelve injusto para el perdón y para ese quién… por algo se les llama principios, porque por ahí se empieza: ¡cómo hizo falta un buen hogar!

viernes, 16 de noviembre de 2012

¡Cómo te atreves a quejarte!


Tengo todo un historial de tus faltas y ninguna ha prescrito. No se trata de tus errores, esa es una lista interminable que brilla desde el primer desacierto; es una condición ulterior: se trata de aquello que hemos esperado que hagas, y eso; para que lo sepas, sí tiene lapso de prescripción. No hay favores, la disposición sencillamente nos fue legada. Quien dispone, impone; así que en cada “puedes” ubica un “debes,” y sin signos de interrogación…


Podrás beneficiarte de las excusas, pero no escaparás del reproche, y sí, te hacemos débil para más pesar; no olvides que la razón no es un bien real, sea en la vida o en el Derecho; es más bien una balanza, y se inclina a favor de quien detenta mayor peso, el cual, ahora y sin ti, es nuestro. No confrontes si no piensas atacar, somos condenatorios y estamos firmes…

Se espera tu felicidad y que la aparentes, de lo contrario: ¿para qué te equivocas? Piensa bien tus decisiones, porque no estás a la altura de las exigencias y porque no tienes escapatoria. Te hemos suprimido los complejos y las ganas, así que no cuentes con la soledad ni el silencio, ajústate a tu vida de autómata y llena el vacío con lo que esté en venta, ya te inventaremos algo para que creas que te quejas. Renuncia si quieres tiempo y ataca si quieres respeto…

Hay quienes sirven para que otros se sirvan y se les aborrece cuando no lo hacen bien. Ahora, vuelve a tu vida; y que no nos perturben tus sueños otra vez. Puedes despertar si quieres, pero antes; dile al otro, al que viene después de ti, al envidioso; que encuentre poder porque la envidia, más que consecuencia, es un privilegio: hay tener con qué envidiar…

Espera, si te vas a poner triste, continuamos; y si no quieres escucharnos, no vuelvas a quejarte en los sueños, para eso se te ha provisto de bastante realidad. Ahora sí: despierta…


Y desperté sin entender mi tristeza: ¿por qué pensaré ahora que los demás tienen y yo no tengo? Bueno. A trabajar…