Me
gustó lo del espacio pensado. Eso de
que el intelecto ve, se nos hace
interesantemente borroso. Muchos puntos de vista, mucha miopía que ya los
lentes ideológicos no pueden controlar…
El
escrito que leía hablaba de los espacios: percibido,
concebido y vivido, pero era un tema un tanto mucho algo como para gente
más estudiosa y con más ganas de leer que de escribir, así sea que escriban mal;
como quien les sirve éstas líneas y les agradece de antemano la paciencia y el
decoro de poner sus ojos aquí. Dicho esto, prosigo: El ojo conoce, y cito: “es la principal vía por donde el intelecto
puede apreciar plena y magníficamente la obra de la naturaleza” (…) “La alianza
entre el ojo y el intelecto ha sido lo determinante entre nosotros, sin ignorar
la concomitancia subversiva de [la] hipótesis, de prácticas y de búsquedas que,
desde siempre, cuestionaron [esta suerte de] estructuración, aunque nunca
lograrán reemplazarla como tendencia hegemónica «pero podemos creer que sí…» que hubo de marcar todos los condicionamientos culturales del
espacio, desde las teorías más abstractas hasta las conductas cotidianas menos
trascendentes. Nuestra visión nos ha abierto un universo geométricamente
construido, y, a la inversa, la geometría ha ordenado nuestra visión y nuestro
espacio…”
A
propósito del espacio vivido extraigo que “El espacio habitado por el cuerpo
propio es un espacio geométrico, abstracto, pensado por la conciencia…” además
hay una frase interesante: “la perspectiva de la verosimilitud permanece
felizmente bañada por el recuerdo de las perspectivas imaginarias…” y partimos
al delirio: vivimos en una permanente dualidad que nos bifurca la percepción,
dado el concepto de espacio que nos hace pensar y concebir según lo que nos
dicen; por ende, condicionamos la vista
de nuestro intelecto, así como el conocimiento de nuestros ojos. Finalmente nos
volvemos pasionales con el criterio y, compramos al mejor postor, unos buenos
lentes que nos hagan ver el hábitat según la ideología de turno. «pero podemos creer que sí…»