Últimamente la obsesión por el lugar del cual emana un argumento ha venido conquistando mis pretensiones en letras. He insistido en que más que lo dicho, y por quién, tiene más peso el dónde: un ejemplo evidente es un país hablando de los problemas de otro, y acoto; digo país porque quien lo dice, puede que sólo esté de turno, o lo diga en representación…
Caminaba mis dudas una vez más otra vez, ahora gustan apilarse y tabicarse unas a otras y con otras más, consecuencia que por supuesto, hace que llegar a una sea pasar por casi todas las demás…
Hay un tema con las virtudes, pues padecen el mismo síntoma de los argumentos: el dónde; y con un cierto agregado, tal vez, a lo mejor: ante quiénes, ante quién…
Desde el poder y la fama, una cita de Cortázar es muestra de sabiduría: él, ella; sí sabe. Desde la ausencia de la abundancia, y quizás ante pocos: éste, ésta; qué se cree…
Hay un largo camino empinado, siempre hacia arriba, sin destino aparente; y cuya distancia ha de condicionarse por el dónde y el ante quiénes. La virtud, desde abajo, incluso, ofende…
Una idea un poco viva parece allí una grosería;
tan acostumbrados están a las palabras sin relieve.
¡Desgraciado del que inventa al hablar!
Faublas