La manía de buscar peores, para bien hacer
justo a lo malo, suele formarnos conformes. Una bella persona se dice cuando se
le ha de ver fea por fuera. Obviamente no refleja su belleza interior. Así
dicen y así nos justificamos, el pasado referencial en el que se tabica la
conveniencia. Una mujer me miraba y en su mirada me decía tanto, mucho: supe
que no era joven ni por dentro, supe que ha pasado tiempo, supe que la consideraban
una bella persona. ¡Yo qué podía hacer! Ser testigo y cómplice al callar y sonreír,
porque la omisión era la única acción que podía ejecutar, y no por las
apariencias, a mí también me dicen bella persona, pero ese no era el tema, ni
la voz del mensaje, era la sonrisa respuesta; otros temas se han de reponer y
deponer. Un chiste ajeno tomaba el lugar del diálogo, ahora el rictus era por
cortesía. Seguimos con el mensaje y sus tantas claves. ¿Le puedo ofrecer algo?
Si, pero no tengo hambre, sed, ni ganas. Yo no sé bailar esta tonada. No quiero
bailar. Entonces por qué me mira. Porque tú también has de callar. La
llamé aparte, pero sin qué decir ni contar. Es muy cómico esto, tan joven y tan
cansado. No sé entenderle. Claro, no estamos hablando de lo que nos dijimos
callando. Vamos a sonreír entonces. Mejor, vamos a reírnos del chiste, que
todavía no ha terminado…