jueves, 12 de febrero de 2015

pseudocrítico


Y es que la historia de ti que tú no sabes se va paginando en los ojos de quienes te han venido conociendo, con sus silencios, con la forma en que te miran y lo sabes, lo sabes bien porque las palabras no se escuchan. Cuestionas el sentido del oído, pero no, no es que no escuches, es que lo que callan cuando te hablan habla más duro, sólo que no lo entiendes, pero sí lo sientes y tu rostro se arruga, se recoge como las patas de la araña… luego te preguntan qué tienes y no sabes qué responder. Eres tú ahora el que grita y que nadie escucha, entonces dices cualquier estupidez; cualquier cosa, algo que acalle lo que te gritabas hace poco, porque quizás alguien podría escucharte, porque algo tienes e intuyes que deberías acallarlo. Te abstraes, te distraes, te aferras a un falso positivo o a una miseria ajena, mejor, te aferras al pronunciamiento en contra de las tendencias, de la moda; finalmente caes en su dominio y, como todo el mundo, te la tiras de diferente sólo porque ese clamor ahogado de tu ser ha de volcarse en alguna clase de indiferencia intelectual propia de un pseudocrítico. Pero te envicias, te lo crees, y ahora tu creencia habla más duro que tu carencia… atrincheras ése arquetipo… hasta que eres engullido en una especie de dilema, una parábola sin fin y te vuelves visceral. Entonces, con unos zapatos de marca, o con un trago muy trendy en la mano; te quejas de los ignorantes que no ven lo que se supone que tu sí… ¡y pensar que sólo tenías que desahogarte!

viernes, 6 de febrero de 2015

Fue o pudo haber sido


“Después de todo, nuestra modernidad, inmersa como está en la tecnología aunque irregularmente y dependiendo de dónde nos situemos en el mapa, es tan sólo el último capítulo de una larga saga que realmente comenzó con la separación gradual entre Io natural y Io divino a principios del Renacimiento. Es allí, en la ruptura fundamental entre un mundo espiritual y otro material que hasta entonces habían permanecido indisociables, que reside el origen de Io que en Occidente se llama modernidad…” Bajo las líneas y subo cierta curiosidad, una causa casual aparentemente: “Desde el punto de vista social, la construcción de infraestructuras supone diferentes repercusiones, ya que modificando el espacio que contiene las actividades económicas y las formas de vida, no sólo se afecta a la morfología territorial, sino también, y profundamente, a la sociedad: provoca o acelera la mutación de las estructuras y de las dinámicas de los colectivos afectados. El proceso de transformación social está determinado por el ritmo de la construcción y acusado por el hecho de tratarse de una intervención planificada por instancias externas…” Más adelante encontré que tal transformación social, puede ser irreversible. Bien, he combinado dos lecturas; una causa casual aparentemente: Las construcciones, o lo que queda de ellas, nos hablan. Nos hablan con su edad, con su historia, y con su historia nos dicen lo que fueron (o pudieron haber sido) y obviamente: ya no son, dejaron de serlo…
“El Estilo Internacional conoció su momento entre principios de los años cuarenta y finales de los sesenta, cayendo rápidamente después en el desuso y el olvido. Estos últimos fueron lentos, pero seguros: a pesar de su lenguaje futurista, la arquitectura modernista se fue marchitando poco a poco, cambiando su colorido lustre por una erosión paulatina, versión urbana de esas ruinas que la jungla va lentamente recubriendo hasta hacerlas desaparecer casi del todo. De igual manera, esta arquitectura desapareció de vista, en parte porque sus propuestas ideales no se ajustaban a la realidad habitacional para la que fuera construida (el caso de los grandes bloques obreros, verdaderos enjambres aislados y alienantes) entrando en conflicto directo con sus usuarios, prisioneros de un racionalismo cuya integridad justificadamente vejaran; en parte porque la visión que le diera nacimiento fue prontamente superada, quedando así sus vástagos sometidos a la implacable competencia del tiempo y la moda. En suma, si bien las construcciones modernistas permanecieron en pie, lo hicieron a expensas de sí mismas: abiertamente abandonadas o simplemente ignoradas, pasaron a conformar una capa más del espeso tejido urbano, convirtiéndose en una especie de telón de fondo modernista frente al cual las ciudades continuaron evolucionando y sus transeúntes paseándose ciegos e indiferentes…”
Deliramos: caminamos por la ciudad y la ciudad nos muestra su evolución a través de sus ruinas, éstas últimas, construcciones de progreso de un tiempo que ya pasó. La ciudad vibra y nos transmite su sentir (quizás de ahí que tanta gente haya optado por la moda ésta de desear Buena Vibra, pero ese es otro tema) Captamos el mensaje y lo vivimos en idiosincrasia, en ideología; y luego sufrimos de ansiedad. Y por la ansiedad nos quejamos, y cuando las quejas son mudas ante los oídos de nuestros gobernantes, nos desesperamos, en silencio, frente a un dispositivo electrónico, consumiendo moda para consumar de algún modo el llenado de nuestros vacíos. Vacíos que pueden ser desgracias, y esto me recuerda a una canción de U2 en donde Bono canta: “en mis sueños ahogaba mis desgracias, pero mis desgracias aprendieron a nadar…” Una causa casual aparentemente: la canción se llama hasta el fin del mundo

Citas: http://www.celesteolalquiaga.com/modernidad.htm “Las Ruinas del Futuro”



martes, 3 de febrero de 2015

Miami Inc.




Nos mandaron a desalojar, sí, justamente cuando estaba comentando lo del papel higiénico y lo poético que era todo el asunto… no creo a estas alturas que alguien dude de ésta orquesta: estamos en el gran crescendo…  Lo poético, bien: el papel con el que nos limpiamos, luego de hacer lo que todo el mundo hace; nos llega del mismo sitio al que nos dijeron que no debíamos volver, ah, y si volvíamos, pues nos darían menos recursos…  Estamos en la calle, suponiendo, oyendo lo que otro dice para hacer nuestra propia versión de la historia: hay una amenaza, y una amenaza será un motivo, y un motivo servirá de pretexto. La orquesta ha de prolongar su crescendo y; esta noche, quizás mañana, volveremos a saber lo que ya sabíamos pero sin terminar de querer saberlo. Cómo, bueno: todos escuchamos a algún experto diciendo, luego de lo ocurrido, que se sabía que iba a ocurrir… regresan los resentimientos investidos de causas nobles para lucha por la justicia, y justicia ahora es que todos paguemos. Entonces la justicia tiene un precio. Pero no importa, porque ahora el precio es justo; y he ahí otro poema: una ley que justifica un precio, por cierto, para pagar el papel higiénico del que justamente estaba comentando cuando nos mandaron a desalojar…