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lunes, 7 de julio de 2014

Se fue la luz


Contaban, cantaban, se sentaban y se sentían sentidos ante los acontecimientos: nada pasaba aún y por eso nadaban en su angustia, se presentaron y empezaron a preguntarse, a sí mismos, no unos a otros; la canción y los cuentos sólo estaban de fondo; uno pensó que quizás era el eco del pensamiento, otro creyó que era la melodía del sentimiento… se robaron palabras entre silencios… algunos cerraban los ojos, para imaginar tal vez cómo letra y música llegaban a las frases… entonces vino el relato, con más negativas que de costumbre: ya no esto y no más de aquello. Lo justo otra vez sin justificar y la única solidaridad yacía en el egoísmo… habló el tercero a la vez que el primero y el segundo, pues todos se sentían con derecho. Una bulla, ninguno escuchó a ninguno: ámame como si no fueras a tenerme nunca, decía la canción… y nunca llegaron a verse, decía el cuento… tres seres congregados por la rabia y cada uno con su lamento: el primero tenía un problema, así como el segundo y el tercero, el que más gritó fue el más criticado, pero al menos para él no fue el menos escuchado. La canción se repetía pues no había otra, el cuento, el cuento lo leía el cuarto, pero no le quedó de otra más que ver la bulla del primero hasta el tercero. Sí, hubo un cuarto, y también se lamentaba, hacía ahínco en las palabras tristes que leía, pero en la bulla nadie lo notaba. Se fue la luz, como suele irse en muchos lugares, la canción paró sin terminar su nueva vuelta, todos callaron… pero no se comprendieron…

martes, 5 de junio de 2012

Absurdo absuelto




Las grietas de la realidad dan cabida al abuso de los besos para fantasear y escaparse, una serie de ventanas para hacerse espectador del mundo que no se vive: hay muchas, a veces demasiadas. Uno cree en lo que crea y por eso sueña con presenciar, viéndose de qué manera desde esas grietas: a veces se siente así. A veces se piensa, aunque sea por unos instantes, que los pliegues de los días están bajo los cielos de la rutina. Luego duermes y despiertas y despiertas de nuevo para levantarte. No queda de otra más que dejar al absurdo absuelto por absorto: su culpa es inocente…