Contaban, cantaban, se
sentaban y se sentían sentidos ante los acontecimientos: nada pasaba aún y por
eso nadaban en su angustia, se presentaron y empezaron a preguntarse, a sí
mismos, no unos a otros; la canción y los cuentos sólo estaban de fondo; uno
pensó que quizás era el eco del pensamiento, otro creyó que era la melodía del
sentimiento… se robaron palabras entre silencios… algunos cerraban los ojos,
para imaginar tal vez cómo letra y música llegaban a las frases… entonces vino
el relato, con más negativas que de costumbre: ya no esto y no más de aquello. Lo justo otra vez sin justificar y
la única solidaridad yacía en el egoísmo… habló el tercero a la vez que el
primero y el segundo, pues todos se sentían con derecho. Una bulla, ninguno
escuchó a ninguno: ámame como si no
fueras a tenerme nunca, decía la canción… y nunca llegaron a verse, decía el cuento… tres seres congregados por
la rabia y cada uno con su lamento: el primero tenía un problema, así como el
segundo y el tercero, el que más gritó fue el más criticado, pero al menos para
él no fue el menos escuchado. La canción se repetía pues no había otra, el
cuento, el cuento lo leía el cuarto, pero no le quedó de otra más que ver la
bulla del primero hasta el tercero. Sí, hubo un cuarto, y también se lamentaba,
hacía ahínco en las palabras tristes que leía, pero en la bulla nadie lo
notaba. Se fue la luz, como suele irse en muchos lugares, la canción paró sin
terminar su nueva vuelta, todos callaron… pero no se comprendieron…
Blog dedicado a la redacción de escritos, en su mayoría originales. /Blog focused on original writings mostly
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lunes, 7 de julio de 2014
martes, 5 de junio de 2012
Absurdo absuelto
Las grietas de la realidad dan cabida al abuso
de los besos para fantasear y escaparse, una serie de ventanas para hacerse
espectador del mundo que no se vive: hay muchas, a veces demasiadas. Uno cree en
lo que crea y por eso sueña con presenciar, viéndose de qué manera desde esas
grietas: a veces se siente así. A veces se piensa, aunque sea por unos
instantes, que los pliegues de los días están bajo los cielos de la rutina. Luego
duermes y despiertas y despiertas de nuevo para levantarte. No queda de otra
más que dejar al absurdo absuelto por absorto: su culpa es inocente…
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