PRIMERO
Iba borroneando frases sobre frases mientras te leía en los capítulos de mis sentimientos.
Iba imaginando la llegada de tus palabras sobre mi cuerpo a través del aliento que me arrebatas.
Cada día, como aquel día; los muros de mi silencio fueron testigos de la expresión de mis manos.
En mi ser aguardan las ganas de tu aliento, del clima que se entromete pero nos pertenece.
Hoy quiero celebrarte y brindarte en mis labios con el sabor del deseo.
Hoy quiero esperarte con el sol y su partida, hoy quiero esperarte con las prendas desprendidas.
Hoy quiero verte.
Hoy quiero verte. Pero hoy. ¿Sabes qué día es hoy?
Si, ya sé. Hoy las palabras quedarán palabras y el deseo aguardará entre textos y pensamientos…
Es sólo hoy. Ya lo habíamos hablado.
Ya lo sé, ya lo sé. Te llamo mañana, tengo ya mucha gente a mis espaldas esperando por este teléfono.
Está bien. Tranquilo; me quedo con nuestros suspiros en palabras. Chao.
Chao.
¿Ya el poeta hizo su declamación de la tarde?
No te burles. Si fueras un poco así con Nancy tal vez; tal vez te mirara por lo menos.
A Nancy no la enamoran las palabras, la enamora el dinero. Un dinero del que carezco.
Si no le puedes decir algo bonito, mucho menos le comprarás algo bonito. ¿Sabías que cuando damos un presente también damos un poquito de nosotros para que esa persona lo conserve?
Eso es ridículo.
No. No lo es. Obviamente, si no estás dispuesto a dar un poco de ti, tienes que perderte entre costos y precios. Por eso es que Nancy se te muestra materialista; porque sabe que no hay nada de ti en lo que puedas darle. Por eso le pone monto a tus pretensiones.
Ella no es de las que se enternece con palabras bonitas.
No son las palabras las que son bonitas; es el alma que se deja en ellas cuando se escriben. A mí me enamoran las palabras de Julián porque él plasma su sentir ellas, no porque se crea poeta. Si su versar fuera tan sólo una virtud de su intelecto, seguramente no las sintiera mías al leerlas.
Pero no todas son escritas por él.
Exactamente. Pero al dedicármelas pone su alma en los versos. ¿Recuerdas cuando vimos Il Postino?
Si, si, si. “El poema no es de quien lo escribe, sino de quien lo necesita…” con eso siempre me ganas.
SEGUNDO
¿Me tardé mucho?
Lo que tarda un suspiro en evocar un nombre.
Eso podría ser mucho o poco dependiendo de cuántos nombres reposan entre los sentimientos sentidos.
Asume que nos referimos al tiempo de tus suspiros.
Está bien…
¿Te gusta mucho Los Caobos, cierto?
La llegada del sol al parque, en particular.
Me gusta ser testigo del juego del sol y los árboles más adultos. Es algo así como cuando tu cabello se desliza entre mis dedos. Además; es uno de esos espacios donde aun los árboles pueden verse sin edificios de por medio.
Cierto. Sin embargo hay una cierta tristeza de color descuido y de color concreto.
Es inevitable. Muchos de los que habitamos el mundo nos esforzamos en no dejarnos seducir con lo que está a la vista. Fíjate allá, en aquel lugar que parece no ser atendido en cierto tiempo. Si ves de cerca puedes ver como hay una pequeña planta desafiando la falta de atención de nuestros ojos. ¿Te das cuenta cómo una planta nos puede enseñar?
Si, me doy cuenta…
Deberías conversar con mi hermano más seguido, me gustaría que tuviera ese valor por cosas así.
Estoy seguro que lo tiene, lo que pasa con él y con muchos de nosotros es que nos dejamos envolver por los parámetros, por las sugerencias de quienes no quieren conocernos. Se ha convertido en necesidad que las personas busquemos preceptos para encajar en ellos.
Esa misma sabiduría que una planta nos puede dar, otros la buscan en un programa de moda, en un ícono internacional, incluso: la compran; y la compran porque alguien la vende; y alguien la vende porque sabe nos gustan los parámetros. Nadie escapa de eso; incluso negarse a un precepto equivale a aceptar que existe y que envuelve. Sólo tenemos que recordar que podemos venir a ver la planta que crece en las grietas del descuido, eso es todo…
¿Entonces el sol acaricia a los árboles como tú a mi cabello?
Además del brillo, de la luz.
No es sólo la imagen sino la forma en que se ilumina esa imagen y se aloja en la memoria.
¿El sol y los árboles?
Tu cabello entre mis dedos…
TERCERO
Después de la luz en el parque, vino la luz en la intimidad. Nuestro acto, nuestro culto. El tributo que le rendimos a la piel y a la devoción por devorarnos. Nos prometimos y nos cumplimos con la más verdadera de las verdades: con nuestros cuerpos al desnudo. Ayer sellamos con suspiros y vivimos de nuevo…
Mira, ¿Y cuando sellan con suspiros también sellan caballos, o son sólo sellos de caucho?
No te burles. No puedo evitar leer sus líneas en voz alta.
Está bien. Ya me acostumbré a lo edulcorante de esa relación.
Sería más dulce si dijeras dulce.
Bueno; dulce…
¿Hablaste con Nancy?
Si, pero no sellé suspiro alguno.
No te burles.
Está bien no te molestes…
¿Te regaló ese cuaderno con sus letras?
No, el cuaderno es mío. Aquí copio lo que él me dice cuando hablamos por teléfono, o cuando caminamos por lugares como La Candelaria y dice cosas como: puede sentirse el sonido del tranvía al pisar estas marcas que dejaron para que lo recordemos…
El tranvía de La Candelaria dejó de pasar hace años. Si acaso nuestros padres de niños lo llegaron a ver.
Yo sé; pero él insiste que la ciudad siente, recuerda y nos recuerda para crearnos la identidad.
La identidad está en la cédula.
Tonto…
También pego sus poemas. Me gusta conservarlos de su puño y letra; así como también me gusta dormir cerca de ellos. Es como si estuviera conmigo, como si me acompañara.
Deberías copiarlos, se te podrían perder.
No será necesario. Un poema escrito en un papel nunca se pierde. ¿Sabías?
Yo podría tomar uno de sus escritos y tirarlo junto con la basura.
Alguien lo encontraría, y junto con este; el sentimiento y la historia que motivó sus versos. Es más; si otra persona lo leyera podría evocarse hasta el momento en que fue escrito, podría vivirse el cuento de nuevo.
Pero con otros personajes.
¿Y? Lo importante no está en los nombres de los personajes sino en quien quiere estar en la historia, o mejor aún; quien pueda hacer de la historia su propia anécdota…
Lo que tú digas…