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sábado, 22 de junio de 2013

Kuboa


¡Qué no inventarán nuestros sentimientos cuando nos aprieta el hambre!
Hambre, hombre: hembra…

Hamsum atribuye su Kuboa a la falta de comida y ya la ciencia se ha encargado de explicar varios porquéres. Contrario a ello el exceso de satisfacción en la ingesta termina por producir sueño. En un punto intermedio se podría ubicar al conformismo, dejándole las ganas de dormir al cansancio y uno que otro fármaco al vacío, algo in commercium quizás que le haga un truco al entendimiento. La opinión como vicio no escapa de ello, especialmente la salada en crítica. Hora del almuerzo y muchas tripas han dejado de cantar. Hora del burro: del descanso, hora de echar chistes y de hacerle unas cuantas burlas a la pena. Volvemos a opinar. Una reunión toma lugar para que todos repitan sus quejas – memorizadas – justo antes de celebrar. Luego nacen algunas dudas pero bastardas de argumentos. Sufrir se ha vendido bien y la gente indignada ya puede anunciarse con antelación. Temporada de ofertas y qué problema con el control cambiario. Un piso de vidrio nos regala un reflejo con transparencia, así podemos sentir el abismo sin caernos, algo parecido ocurre con las paredes de cristal. La inconformidad ha arrasado, ya que la hemos adquirido sin esfuerzos y sin el hambre necesaria. Llamamos mediocre a quien se rehúsa, pues no concebimos la farra sin poner unas cuantas quejas. Kuboa carece de significado y sentido, es una palabra que inventa el personaje de Hambre producto de sus recurrentes alucinaciones: había llegado a la completa locura del hombre, estaba vacío y no sufría (…) me puse a profundizar en el significado de mi nueva palabra. Nadie le obligaba a significar esto o aquello…

Curiosamente. Kuboa es un proyecto también que se basa en un contenedor de ideas que irá recolectando propuestas en su comunidad. Bien por ellos…

lunes, 17 de junio de 2013

El inteligente pobre: Todo fue, una vez más, literatura y facundia…


- Hay ciertos momentos en que tengo presentimientos. Quizá haya algo de locura en esto…  Levantó los ojos vivamente, pero no contestó. Notaba que mi presencia era una tortura para ella y quise ponerle término. Fui hacia la puerta. ¿No quería abrazarme ahora? ¿Ni darme la mano? Me paré, esperando.
 
- ¿Se marcha usted? – dijo, permaneciendo inmóvil junto a la chimenea.
No contesté. La miré sin hablar, humillado, desconcertado. ¡Todo lo había echado a perder! No parecía importarle que yo estuviese dispuesto a marcharme; y, de pronto, la veía por completo perdida para mí. Busqué algo que decirle en despedida, una frase acertada, honda, que la penetrase y pudiera influir en ella un poco. Y contrariamente a mi decisión de ser frío y altivo, empecé sencillamente, agitado, vejado, herido en lo vivo, a hablar de futilidades. No encontraba la frase que quería y hablaba totalmente aturdido. Todo fue, una vez más, literatura y facundia.
 
- ¿Por qué no me decía clara y simplemente que debía marcharme? – pregunté –. Sí, ¿por qué no? No tenía por qué enfadarse. En vez de recordarme que la criada iba a volver en seguida, podía haberme dicho simplemente: Ahora es necesario que se vaya usted, porque tengo que ir a buscar a mi madre y no quiero que me acompañe por la calle. ¿No era esto lo que pensaba? Bastaba muy poco para ponerme en la calle; el solo acto de tomar su abrigo para dejarlo en seguida me habría convencido. Como le he dicho, tengo presentimientos. Y tal vez, en el fondo, no era la locura…
 
(…)
 
Proseguí (…) En el fondo, podía tenerse un alma delicada sin estar loco (…) El inteligente pobre es un observador mucho más fino (…) El pobre mira a su alrededor a cada paso que da, espía suspicazmente cada palabra que oye a las gentes que encuentra; a cada paso que da él mismo impone a sus pensamientos y a sus sentimientos un deber, una norma. Tiene el oído fino, es impresionable (…) su alma tiene quemaduras…
 
- ¡Ahora me voy!

 
Fragmento de Hambre, de Knut Hamsun