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martes, 3 de marzo de 2015

Gente


…sabemos que no interesamos cuando la emoción que reflejamos en el rostro; producto de lo que estamos por compartir, produce una cierta molestia en quien queríamos como parte de ese momento: de esa anécdota… eso nos lleva a varios puntos. En el caso de este delirio; a dos: si lo vemos desde el emocionado que comparte, pero con algo de empatía en el molesto que percibe; podemos decir que esa intención al compartir no es más que una búsqueda en dónde poder descansar la soberbia, es decir, quizás la alegría, o la tristeza; o lo que sea que el emocionado expresa, no sea del todo verdadera, cosa que al molesto obviamente le molesta,  y no ha de poderlo ocultar…

Ahora bien, la soberbia juega en ambos sentidos; y en una sociedad donde el esfuerzo sufre de cansancio, donde el mérito no se merece; la envidia tiene que regir: la falta de empatía; que más que una patología es quizás una idiosincrasia: no creo porque creas, pero podría creer cuando me convenga… el molesto, molesto está porque la emoción viene del otro, y por supuesto; al oír a éste, en lo absoluto ha de sentirse parte… al final no sabemos de qué lado se pone la soberbia, como tampoco sabemos dónde se encuentra la empatía… es posible, a lo mejor, que cuando el esfuerzo se consiga con el mérito la emoción no moleste y así ése compartir pueda empezar a interesar…

lunes, 4 de junio de 2012

Ablandar hablando…



Del leyendo y del rayando nacieron letras para prestar algunas palabras. Recordé y recordaba si no fue primero inventado aquello relacionado con el perdón, propio de Dios y de dioses, así como su ejercicio tergiversado para los terrenales: la disculpa. Resulta interesante; la disculpa como voto a la soberbia, siempre sincera por humilde…

Quien se disculpa (quien aprende a pedirlas) cumple con su ego, lo reivindica; hace de lo grande grandeza (como diría Galeano) pone su grano de voluntad en quien ha de aceptarlas: una persuasión evolucionada, un truco social producto del talento humano; que sigue siendo pero Recurso Humano dejó de ser; un gesto apropiado, una victoria del convencimiento. Sea la vanidad absuelta. Pedir disculpas también funge de presupuesto, una forma de amortiguar al dolo presente que se consumará en el hecho futuro: la disculpa se vende y se compra como muestra de humildad, como excusa que suele excusar a quien debería mejor resarcir…

El plan de la venganza presupone una disculpa aceptada para poder nacer. Te disculpo para que me permitas ofenderte (trayendo aquello célebre del pedir perdón para pedir permiso) Quien acepta disculpas también vende y compra su humilde soberbia: la magnanimidad…

Ahora bien. La duda: hay gente que, por orgullo, ni pide ni acepta disculpas. Quizás la asumen como esos favores que sugieren inferioridad por sucumbir. ¡Quién sabe!