Hay una actividad un tanto recurrente en
aquellos que ven televisión, y es la de cambiar canales una y otra vez sin búsqueda
específica aparente: más canales, más cambios. No me excluyo, y a eso vengo;
suelo detenerme un rato en los de cocina, platillos; su elaboración. No cocino
en lo absoluto, pero hay algo que me hace dejar el control remoto y mis dedos
en reposo. Veo…
Pienso, imagino. La mente debe ser una especie
de cocina y los argumentos, como resultado del ejercicio de pensar, una especie
de platillos logrados a base de palabras, hechos, cocción y aderezos. Uno es el
chef de sus ideas frente a una transmisión y algún medio (de comunicación,
claro)
Como persona dada al arte culinario del pensamiento,
uno va explicando lo que va haciendo con sus palabras, con sus recuerdos, lo
que se tiene previamente listo por falta de tiempo. Sal y pimienta, aceite de
oliva; hervir, freír, cortar y picar mientras se habla, un paréntesis para
evocar. Oler y explicar. Describir, adornar. Pensar tiene su arte: hay palabras
que dan alergia, no toda idea buena puede ser probada por todos. Siempre habrá
preferencias. Un chef no llora al picar la cebolla, hay quienes logran armar
sus frases sin lágrimas. Más de uno no soporta la cebolla. Muchos prefieren la
comida rápida, no todos queremos pensar bien lo que vamos a decir al final. La
satisfacción no es absoluta, habrá que tener un postre a la mano: frases dulces
para el previo picante. Un buen vino, el maridaje. Marinado todo es muy rico, a
veces con cremas y otras con vinagre. Buena comida y buen pensar; relativo,
como todo…