Salimos a vivir a fondo en las horas pico. Es
inevitable tener que tener: la costumbre nos apropia y obliga; es el vínculo
del así es. Unos cuantos días autopista, otro recordatorio: gente siempre al
frente para no acelerar y gente a las espaldas esperando que te apartes. Tú hacías
de buen oyente y yo del mal hablante, era difícil comerme las muletillas, la
sinceridad cuando no estropea la boca estropea la cara. No obstante, del así es
me apoyaba, improvisaba, hacía el esfuerzo por pronunciar últimas consonantes, darle
tregua al gagueo; ganar unos segundos para acomodar la lengua: la verdá por la
verdad y un silencio más…
Te tocaba responder y primero callaste para
decirme que me equivocaba. Los silencios no funcionan al fruncir miradas, son
sólo un insulto más, más amplio por más abstracto y por falta de frases. Hablaste.
Como siempre inentendible, estirando las vocales del medio para emular esa
razón tan propia del cartón. Nunca te ha servido para confrontar tormentas, al
final siempre va a llover. El problema nunca ha sido darse cuenta, sino darse
cuenta al cuento y entrar en la ilusión del reclamo. Nadie asimila la verdad
ajena, a veces, por conveniencia o por convención, se tolera; pero eso es otra
cosa: la verdá por la verdad y un silencio más…