Me contó un amigo que hubo una época en que las
notarías se trasladaban a los casinos, cosa de que, en favor de seguir jugando,
se tenga algo extra con qué endeudarse y algo concreto con lo cual cobrar. Malo,
por supuesto, a su criterio; cruel, según el tono que empleaba. Hoy en día por
estos lugares del mundo ya, al parecer, las notarías no pueden hacer tal cosa,
de hecho se están cerrando algunos casinos, esto último, es de suponer una
medida en contra del vicio de apostar…
¿Sabrá el insecto que lo consideran plaga? Es posible
que Kafka haya querido hacernos ver cómo se siente el insecto plaga, o quizás,
quiso explicarnos que de alguna forma todos somos insectos y podemos ser plaga,
sólo que no tenemos cómo saberlo. Es confuso…
El plan para atacar a la plaga es la
fumigación, el de la ludopatía, el cierre de lugares para apostar; ¿el de la
marginalidad, cuál es? Se habla de educación, de proyectos sociales, sin duda
esto parece evocar una negociación, un pacto: ¿por qué no se pacta con las
plagas? ¿Por qué no entienden, no razonan?
¿Cuándo se sabe insecto, sea para ser fumigado
o educado? Quien cree que no puede serlo, afirma, opina, pero verdaderamente no
sabe, no ve cómo lo ven…
Entonces: me educo entendiendo que ahí está la
notaría lista para aceptar mis bienes en prenda y seguir jugando. Me educo para
saber cuándo me están viendo plaga; o quizás me educo para poder aceptar lo que se
me proponga…
¡Maleducado!
Pero eso se lo achacan a los modales…