Se infiere, por razones del lenguaje más no de la costumbre, que una persona sin alma es un desalmado. El prefijo sugiere una extracción, y siendo así, la carencia es un estado resultado con lo que nace una duda: ¿quién nos la extrae? Pero se trata él, y sin embargo la pregunta pierde sentido con el género; el alma también carece, y así nos ausentamos recíprocamente a partir de un delirio impuesto, sentido, sugerido e invisiblemente aceptado. Buscamos la redención en las competencias, y ahí es donde entran las tablas y las carteleras, para figurar y saberse encima de quién estamos. Nos formamos y configuramos en el buen gusto partiendo del mal gasto; porque podemos querer, pero las ansías no abren las posibilidades, el engaño nace con la ilusión de procuradores…
Se da inicio a las perspectivas, para lo que vale y merece resaltar:
La competencia intercultural implicará la disposición y ejercicio, por parte de la persona, de una serie de conocimientos, habilidades y actitudes que le permitan el desarrollo de su tarea o función, sea la que fuere su cualificación de origen, le permitirán relacionarse y superar los posibles retos y dificultades que puedan surgir debido a las interacciones culturales…
Las empresas han de conservar y mejorar sus activos de forma continua, para así crear activos intangibles que les ayuden a constituir y mantener ventajas competitivas. Parece clara la importancia que para cualquier compañía tiene su proceso productivo, su capital, pero sobre todo el equipo humano que es capaz de transformar los conocimientos y medios materiales en resultados. Es por ello, por lo que cada vez las organizaciones hacen más hincapié en estructurar, motivar, y retener su mano de obra…