Una persona enamorada de la vida regaló una flor demasiado bella para sus ojos. Llevó a su amante al jardín para que la viera; para que cada vez que se piensen, sólo tengan que detenerse en el jardín y recordar con la vista la esencia de los sentimientos…
Quien creía amar más, tomó la flor para llevarla consigo, para no olvidar; para que la Rutina, en complicidad con el Tiempo; no pudieran crear la costumbre de dejar apersonarse por el jardín…
Pensó en la Rutina, pero no en la Vida; y la Muerte, con el Tiempo de alcahuete; se llevó a la flor, y con ésta, a los sentimientos. La Rutina esperó su momento, el cual al fin y al cabo llegó…
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