Me
detuve en “sufrimos por ese recuerdo que hemos olvidado”, y más adelante, a un
par de frases leí “el sentimiento de desesperación y derrota que penetra en
nuestros gestos […] no es sino el castigo por nuestra insistencia en ser
nosotros mismos”.
En
estos días tomé el Metro porque no quería poner el carro a pasar tantas subidas
y bajadas; tantos huecos, las calles de Caracas son muy hostiles con los
vehículos. Es como una especie de desquite consuetudinario, sí, algo así, a ver:
el gobierno no procura a tiempo el correcto mantenimiento de las calles,
entendiendo que el asfaltado es a nosotros lo que el azafrán supone ser a los
persas; abundancia, pero ese es otro tema, repito: el gobierno falla con el
asfaltado y el asfalto sufre, pero de
tanto sufrir le quedó la rabia, muta, se convierte en infinidad de huecos que
crecen y crecen atacando a cuanto caucho ruede sobre la superficie, entonces
los carros empiezan a sufrir el dolor
del asfalto, por lo que se desquitan con los conductores, dueños o no, no viene
al caso. Se dañan, piden repuestos, repuestos que no se pueden pagar y que
cuando se puede, no se consiguen, entonces la gente, conductores o no,
propietarios o no, alberga un sentir cíclico que produce cierta necesidad de
desquite, y que con los años se convierte en hábito, y bueno, del hábito la
forma de ser y de ésta última los gestos; por eso me detuve cuando leía El libro negro de Pamuk, sin terminar
aún por cierto. Me detuve porque no es que hayamos olvidado, sino que no
dejamos de recordar que llevamos muy poco siendo como somos para adecuar
nuestros gestos de toda la vida a una situación que no data de más de cinco
años. Luego me identifico: “el
sentimiento de desesperación y derrota que penetra en nuestros gestos […] no es
sino el castigo por nuestra insistencia en ser nosotros mismos”. Pese a lo
que nos digan: alienación, transculturación, yugo de años; español,
estadounidense, ideologías hacia la izquierda, derecha; pese a la paja, que es
lo que las palabras vienen siendo cuando carecen de acciones que las sustenten,
pese a eso, nadie quiere abandonar el concepto de sí, por lo que todos tenemos
estos gestos y claro: sufrimos…
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