lunes, 20 de septiembre de 2010

Promedio


Deambulo por círculos sociales buscándome un nombre, un nombre que defina mi condición…

Gente de grupos, subgrupos y que saltan de grupo en grupo; me recomiendan la ayuda profesional, pero me niego al exceso de racionalidad. Vivo en el mundo de los autodidactas, de los que creen que saben de actuación porque van al cine a ver la película de moda, de los que se creen periodistas porque escuchan como otros comentan noticias, de los que se llaman historiadores porque vieron la promoción de un documental por televisión; así que, sinceramente, un psicólogo no me va a ayudar…

En mi rostro cargo muchos rostros: de sabio, de artista, de experimentado y muy entendido (mi favorito), de galán; de falso mujeriego. Me importa mucho el concepto del resto, del entorno; de la gente que quiero y conozco…

Soy un hombre promedio, con una vida demasiado promedio, y como promedio soy; así son mis sueños: promedio. Por eso me invento hasta la religión que profeso; contradigo hasta a la contradicción misma, y así siempre sorprender a los terceros. Al fin y al cabo, ese es mi objetivo: sorprender, ser ese ser distinto del que nadie sabe qué puede decir, o pensar de algo; de alguien…

Para no ser descubierto, me uno a los ideales que sé muy bien que no comparto, sencillamente porque soy promedio. Pero es fascinante hacerme un espacio entre los terceros a partir de la contradicción; como Platón y su Mayéutica, pero sin ideales ni sabiduría, solamente ser distinto, y por ende; sensacional…

Hay días en los que mi rostro no aguanta más rostros y me expongo tal como soy: promedio. Con lágrimas y soledad promedio, las cuales no puedo compartir con terceros, ya que sabrían que soy como todos ellos; perdería mi distinción de la mano con el respeto…



Es difícil aceptarse sensacionalmente promedio, seguirá siendo un placer creerse distinto (tan común como el resto.)

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