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jueves, 27 de agosto de 2015

Autocompasión



¿Cuáles son las probabilidades de la minoría?
El hábito de cuantificar opciones, en el caso de las oportunidades y del tiempo es, sin duda, una siniestra casualidad; ¿pero por qué siniestra? Digamos, porque era la poco probable, entonces comienzan los prejuicios, pero al parecer todo prejuicio supone tener una explicación…

“Autocompasión es el sentimiento de pena hacía uno mismo que experimenta un individuo en situaciones percibidas como adversas cuando dicha situación no ha sido aceptada y no se tiene la confianza o la habilidad para adaptarse a ella. El individuo autocompasivo cree ser víctima de una situación negativa y por tanto merecer condolencia. La autocompasión es, de forma general, un sentir negativo que no sirve de ayuda para tratar las adversidades  del día a día.”

¿Y será que lo menos probable es una adversidad? ¿De ser así, por qué?

“Muchas son las personas que cargan con este sentimiento dentro de sí, tratando de conformarse con las situaciones, las adversidades. Es el camino más fácil para quien quiere huir de retos y responsabilidades…”

Entonces negamos de antemano basándonos en probabilidades, creándonos esa expectativa que según nuestros supuestos cálculos no habría de ocurrir. Pero ocurre, ése es el punto…

“La lástima por uno mismo es uno de los narcóticos no farmacéuticos más destructivos. Es adictiva; da placer al momento y separa a la victima de la realidad”. John W. Gardner


Llega lo adverso, qué mal, qué mala suerte la nuestra…

Una persona así podría manifestar varias de las siguientes situaciones:
- No dice directamente lo que se desea, sino que se expresa en forma de queja o sufrimiento.
- Cuando no logra alcanzar su objetivo se desespera, se lamenta y se queja de manera excesiva. En vez de luchar por cambiar las cosas, se regocija y exhibe sus desgracias describiendo a todos sus desdichas.
- Busca protagonismo, con la pretensión de ser el centro de atención trasmitiendo pena y forzando la compasión de los demás mediante lamentos y quejas. Al victimista le gusta mostrarse como una persona a quien le suceden muchas desgracias e injusticias.
- Cualquier hecho negativo que le suceda lo exagera hasta el punto de que, en la mayoría de las ocasiones, deforme la realidad; de forma que sobredimensiona lo negativo y llega a perder la perspectiva real de las consecuencias de ese hecho.
- Cualquier mínima ofensa es exagerada para mostrar que se siente discriminado y manifestar que están en su contra. Suele pensar mal de los demás.
- Suele acometer y criticar a aquellos que no le dan la razón o que no son como desearía que fuesen, de forma que quien recibe la queja, lo percibe como una exigencia, no pudiendo elegir con libertad.
- Ante una discusión o crítica, adquiere una actitud defensiva, ya que considera que la intención de su adversario es ir más allá de una simple discusión o desacuerdo. Considera que le están atacando y que van contra él.
- Si alguien accede al argumento de una persona así, podría; el autocompasivo: renunciar a sus deseos o necesidades en vista de que su voluntad ya se ha consumado.
- No sabe asumir las críticas, se ofende y se enoja ante ellas, y sólo ve mala intención en quien se las hace o cuando tratan de hacerle una corrección.
- Se justifica la propia actitud agresiva como una defensa a los anteriores ataques recibidos.
- Ante un fracaso suele justificar su actitud y culpar a quien le rodea de sus propios errores.

En este caso; y en líneas generales:
“Si no estás conforme con tu vida no busques culpables. El problema es que esta actitud te impedirá darte cuenta que el único responsable de cómo vives eres tú. Por lo tanto ha llegado el momento de cambiar, de escucharte. Si algo no te gusta, inténtalo cambiar. Al final la actitud será lo que cuente… Con frecuencia, el culpar a otros por nuestros problemas debilita nuestras fuerzas y creatividad. No te dejes llevar a ese extremo, mírate y encuentra las fuerzas necesarias; seguro las hay…”

No es pretensión del delirio el dar recomendaciones cuando ésta autocompasión, a mí criterio, es así como un mal colectivo, un virus, le está dando a todo el mundo de alguna manera. Pero por no dejar, tampoco está de más tomar en cuenta las citas…

“Valorar los aspectos positivos en los procesos de vida depende de tus interpretaciones de los hechos y de las decisiones que tomas con base en esa manera de ver la realidad. La meta no es ser feliz; la felicidad es una consecuencia. La meta es vivir los procesos con emoción positiva y entusiasmo…”

“Hay que considerar que todas las personas nos movemos sobre la base de determinadas creencias positivas que tenemos acerca de nosotros mismos, de los demás y del entorno. El hecho de carecer de estas creencias nos paraliza y por tanto nos impide la acción. En otras palabras, si no creemos que podemos ser capaces de conseguir “algo”, ya ni nos lo planteamos de forma seria…”

miércoles, 19 de agosto de 2015

Fe y sublimación






Tras la palabra está el caos. Cada palabra es una franja, un barrote, pero no hay ni habrá nunca suficientes barrotes para hacer la reja…”

Todo empezó aquel día con esa sonrisa. Para alguien en quien el elogio no ha ido más allá de un gracias, eres muy amable; un gesto de coquetería lo cambia todo.  A ella la ha visto unas cuantas veces, apenas las suficientes para pasar del silencio a los buenos días, y qué días tan buenos esos en los que se la topaba. Trató sin éxito de sincronizarse, que los buenos días fuesen todos los días, que pudiera sostenerle la puerta, ayudarla con las bolsas, con lo que sea, todo para hablar un poco más; pero no pasó, al menos no hasta el día en que todo empezó…

“El poeta que se muere de hambre viene a dar clases a la hija del carnicero…”

Un poco antes de que todo empezara, hizo lo que pudo para dar a entender que la fe, según él, era una fuerza interna y cada quien produce la suya, y que tal producción se eleva sobre todos, uno a uno; así, la brisa, que no es más que el instrumento musical de la fe, funde las producciones en acordes de canciones. A ello se debe que el mismo recuerdo, o pensamiento, que alguna vez hizo reír, haga llorar… y quizás a ello se deba también tanto alboroto con la palabra producción. Cada vez que el ser humano encuentra una combinación de sílabas para darle nombre a un término, ésta se vuelve ofrenda, y como ofrenda la brisa lo agradece, para luego tomar la fe de las personas y de esta forma crear sentimientos. [Quién tocará a quién, si la brisa es un instrumento] Que nadie crea que sufrir siempre significó sólo eso, quizás algunos puedan entender porqué decir socioproductivo resulta tan extraño, tan confuso; más confuso incluso cuando se trata de explicar…

“Poco talento y una cartera repleta…”

Recordó a Miller, a su Trópico de Cáncer, al sexo que no ha tenido hasta que todo empezó. Antes de eso, trató, pero no se hizo entender. Nadie que sienta en cifras y carteleras dará concesión de fe propia a una explicación sin producción… él lo sabía, la brisa también, pero ésta última, como ya se dijo, es un instrumento, y como tal funge de canal, y como tal transmite, por ahí, para alguien, para nadie en especial…

“Si le duele comer solo delante de mí, probablemente le dolería más compartir su comida conmigo…”

Nadie de los presentes, ya saben, los devotos a lo producido, le hizo caso; pero eso ya se sabía, lo que pareciera nadie saber es que en silencio y en soledad es cuando más se produce, pero ya aquí se trata de la fuerza interna, esa, que con palabras aprendidas a lo largo de historia, son llamadas sentimientos; la fusión pues… la fe…

Cambiemos de autor por un momento. Esto lo conseguí en un muy buen blog: “el hombre tiene una especie de principio homeostático, cuando se sobrecarga de tensiones y angustia necesita descargarse buscando el placer. Cualquier placer de cualquier nivel descarga en algo esa tensión, partiendo de los placeres sexuales, pasando por los alimenticios (el sobrepeso es más causado por la ansiedad que por cualquier otra cosa) y llegando a los placeres propios de la contemplación o de cualquier potencia superior. Por supuesto, no del mismo modo, los placeres más instintivos descargan la tensión de un modo mucho más veloz pero más precario, por lo que la tensión vuelve a subir al poco tiempo, exigiendo una nueva descarga. Por su lado, mientras más elevado es el placer (en cuanto a su naturaleza, no en cuanto a su intensidad) es más duradero y permanente, y se trasvasa de ser placer a una tonalidad de vida permanente que llamamos felicidad…”

Ese día, esa sonrisa, lo llevó a la sublimación. Aquél deseo que no se consumaba se consumió en tan solo una sonrisa y unos buenos días. El hombre más nunca vio a la mujer. Se mudó, no ella, él, de ella no supimos más. La brisa ya no trae más nombres que lamentos debido al gran abuso que al final se ha hecho de ella… y la Fe, al final, se tuvo que producir… ahora todo el mundo predica, esperando por otros a que hagan: convengan... y hemos empezado. El hombre, nosotros, ustedes: a seguir esperando…


viernes, 31 de julio de 2015

¡cuánto no nace de ahí!




“Existen dos planos irreductibles, que ahora, por una apreciación errónea y subjetiva de la realidad, se han interferido o mezclado. Tales planos son: el Plano de la Realidad del Espíritu; y el Plano de la Realidad Humana. Entre ambos planos no pueden haber relaciones o conexiones, sino sinrazones: todo nexo o razón es ilusorio, no real. Pero existe, asimismo, una ley, que es la razón de la sinrazón, que protege y afirma la absoluta realidad de los planos. Y esta ley, que sostiene la razón de la sinrazón entre tales planos, es la única referencia para no perder [y valga tanta redundancia] la razón y enloquecer. Esta [suerte de] ley de la cordura exige: no transgredir los planos. No trasladar al plano de la Realidad del Espíritu entes propios del plano de la Realidad Humana; y recíprocamente: no proyectar al plano de la Realidad Humana ideas propias del plano de la Realidad del Espíritu…” 

Quise empezar este último día del mes con algo que he considerado interesante desde que lo leí. Ahora bien: nadie, ni nada, ciertamente, nos impide confundir los planos ni proyectarse desde una realidad hacia la otra… Esto no tiene mucho sentido, se nota; y ahí está esa razón balanceándose de un lado a otro de la realidad… 

Dos cosas nos mueven la balanza: la necesidad de imponernos, o, llamémosla: de ser alguien; resaltar, quizás, y la necedad de ver a otros imponerse, o bien: cuando alguien es otro… ¡cuánto no nace de ahí! Pero eso se los dejo a ustedes, sigo citando: 

“Vayamos ahora al plano de la Realidad Humana: allí la verdad es el Yo, es decir, la manifestación psíquica y volitiva del Espíritu encadenado a la Materia. Y la mentira, la Ilusión del Hombre, pero también su motor anímico, es el Dolor. [El Poder] se nutre de una fuerza que se llama dolor humano; y el hombre produce dolor y sufrimiento para alimentar [a esos que detentan El Poder]. El hombre común produce poco dolor porque para padecer la ilusión del dolor se requiere la nobleza herida del Espíritu. De aquí que grandes hombres, grandes espíritus encarnados, sean capaces de generar grandes dolores, grandes sufrimientos, grandes aflicciones, grandes angustias: [el hambre de los poderosos], exige el aporte de dolor de grandes hombres. Y esos hombres capaces del mayor sufrimiento tienen que ser capaces también de ofrecer el mayor sacrificio: su dolor debe ser sagrado... Para esto se requieren los representantes [de ése Poder], [una suerte de] Sacerdotes, Aquellos con el poder de consagrar el gran dolor…” 

“La sensación de miedo crece siguiendo una curva exponencial, que es inversa a la curva volitiva; en un punto determinado, ambas curvas se cruzan y entonces el miedo domina a la voluntad, o lo que es igual, la voluntad se debilita frente a la fuerza instintiva, y sobreviene el pánico, durante el cual lo anímico queda fuera del control racional, se vuelve irracional…” 

Como les había escrito: ¡cuánto no nace de ahí! 



Las citas, como en la entrada anterior, las tomé de El Misterio de Belicena Villca.

Saludos en letras…

jueves, 11 de junio de 2015

Dar y recibir




Suelo preferir la fecha de publicación a la fecha en que las líneas son motivadas. La cosa es que a veces la posterioridad hace de las suyas. Por eso trato de no hablar de fechas en el contenido, pero hoy lo voy a hacer: estamos a jueves, once de junio del año dos mil quince, a la una de la tarde aproximadamente. Hoy pude ser testigo de cierto acontecimiento de interés nacional, además, pude también presenciar cómo el mismo es manejado desde las redes sociales. De ponerlo en una sola palabra, la palabra es “obsceno.” Ya expuse algo al respecto mi entrada anterior. La obscenidad no la da el hecho en sí, al menos no el caso de hoy, no: la obscenidad está en ese otro lado del hecho que da vida a los comentarios impertinentes, y es que es al final esa impertinencia, la que viaja de las mentes a las bocas de todo aquél que no fue testigo sino que, supuestamente, con la finalidad de informarse, ha acudido a los medios a creer, según su ideología (porque ahora todo es según la ideología) qué fue lo que pasó para de ahí opinar y llenar a la percepción local de un morbo que será, al final, el hecho noticioso que todos alojarán en sus memorias. Hay un derecho, sí, claro, todo ciudadano tiene derecho a exigir el cumplimiento de un procedimiento a la autoridad competente, pero también toda autoridad competente tiene el deber de cumplir con otros procedimientos para la salvaguarda de los ciudadanos, así no sea de su competencia... Eso hace a una huelga reprimible, así como el uso de la violencia (reprimible también) que funge de instrumento para una paz con rencor, eso es verdad; independientemente de si se está de acuerdo o no, ese es el problema, el desacuerdo: cuando todos tenemos la razón todos nos equivocamos. Ya he dicho que la razón no es un bien sino una balanza, entonces me pregunto: quién la inclina a su favor esta vez. El mañana nos dirá. Por ahora y por lo tanto, me quedo con el delirio del regalo y de la donación, porque estoy medio loco, porque el olor de la psicoesfera no es polvo sino mierda, porque la sabiduría hiperbórea empezó con el nihilismo, verga, no lo sé; pero ya es un hábito cuestionarse y por eso lo de hoy es confuso, porque no era lo que tenía en mente para escribir. Lo que tenía en mente lo escribí primero, pero a ustedes se los coloco después. Un después que es ahorita y un ahorita que es a continuación: 

Con el tiempo hemos quedado claros en cierta confusión; tenemos, por decirlo así, un mal manejo contextual de lo que representa el hacer; sí, el hacer: un presente, una donación o el patrocinio. Le damos mucha importancia a la cuantía de un regalo cuando el gesto es lo que vale, como leí por ahí: el regalo no es la caja sino las manos que lo entregan. Bueno, algo así, pero ese es el punto, banalizamos el detalle por el detalle mismo poniéndole un precio y puesto dentro del mercado. Ah, y ni hablar de connotaciones socioeconómicas: esto no lo tiene todo el mundo. En fin, esa es nuestra primera confusión. La donación, por otro lado, es esa en donde sí debe importar qué se da, cuánto, cómo, por qué y para qué. Pero no, ahí no importa: lo que sea es bueno, no, también se banaliza, porque entonces es como si se diera limosna y la limosna es un vicio: gente que se acostumbra a que le den sin hacer nada por ello y gente que se acostumbra a dar porque, porque cumplen con su desprecio, no sé, porque sienten una lástima ahí perversa que los pone por encima del que pide y entonces, por unas monedas, los que dan se sienten benefactores. Bueno, la donación no es eso, ni nadie es más chévere porque done, la donación tiene un propósito, y en ese propósito hay una ayuda y usted entonces sabe que el dinero que dio para esa cuenta ayudaba a pagar una operación, y luego, cuando ve aquel niño o aquella anciana recuperados, entiende que su donación ayudó, por eso ahí sí importa qué y cuánto se da, y usted sabe también qué se hizo, y bueno, luego si se quiere, podemos sentirnos bien con nosotros mismos, como cuando damos un regalo que nos fue apreciado, valorado a pesar del estatus y del comercio: esto era lo que yo quería, gracias… Ahora, el patrocinio, el patrocinio es en el que convergen, o deberían converger, las confusiones del regalo o presente y de la donación, porque al patrocinar, sí hay un interés mutuo, socioeconómico, acorde a los designios del comercio… creo que deberíamos replantear estos gestos, este hacer de la gente. Creo que estar más claros en eso pone nuestros sentires en un plano distinto y más distinto todavía al dinero inmerso…