martes, 22 de noviembre de 2011

De la inacción y el resto…



La inacción nos revela, en espasmos durante la soledad, que parece inútil eludir lo que se es para lo demás…

Recordaba unos cuantos capítulos de Neon Genesis Evangelion, sobre todo aquellos en los que se decía que había un Yo distinto en cada persona conocida. Esto no me hace atisbar que la suma de esos Yo nos defina, pero infiero que, de alguna forma sí nos determina; al menos en ese Yo relacionado con Ellos

Transcurren los lamentos del cielo, los cambios de humor del viento, la sonrisa de la mañana que llaman amanecer, transcurren las horas que se hacen días y los días que se hacen pasado. El concepto en los terceros se reafirma, más por lo que dejas de hacer, parece mentira, parece una ilusión de vocales y consonantes. Tus acciones son tu aporte a lo que quieres ser, ya sea para ti o para el resto; tus omisiones conceptualizan cómo te ve ese resto…


Por la presunta revelación me rebelaba, pero resultó tan eficaz como callar en la soledad: ¿Para qué dejarle los pensamientos al silencio, si al estar solo nadie los va escuchar? Resulta más llevadero jugar al loco que se desahoga hablando solo; de alguna forma se invoca a una cierta calma que procura abstención al reclamar lo que de todas formas no será escuchado, precisamente, por el Yo que yace en quien ha de escucharte…

lunes, 21 de noviembre de 2011

Podemos podernos…



Podemos podernos: Somos granos de un reloj de arena, el tiempo es relativo y dos momentos: uno para bajar de arriba y otro para ver caer al resto. Cada quien tiene derecho a procurarse su propio placebo. Hay quienes despiertan para vivir lo que otros sueñan al dormir…

Si nos damos cuerda tendremos que, sin ataduras, atarnos…

Podemos podernos…


Felicidad recomendable…



El problema del adicto son las dosis recomendables. Antes bastaba un poco un poquito y no tanto, ahora tanto es tan poquito y tan poco. El deseo de estar tranquilo a partir de los momentos hace del todo una nada y para nada del todo…

Victorias morales de bajo costo se pagan a un alto precio, sin descartar que siempre se ha de pagar por cada derrota. Perder cuesta cada intento y ganar cuesta más derrotas de las que se han tenido. Es cierto que la moral y esta vida en sociedad no son susceptibles de valoración en premios; mucho menos son parte de un macabro torneo en la vida: ¿Pero quién no compite? ¿Quién no hace que su voluntad se imponga ante los supuestos apreciados queridos?

Se compite desde que se fue espermatozoide y es obvio que los victoriosos, es decir, nosotros, no ayudamos ni recordamos haber sido conmovidos por no ayudar y ver morir a quienes estuvieron una vez en las mismas condiciones de supervivencia…

La felicidad como adicción cuesta, y cuesta cada vez más. Lo malo es que nadie está tranquilo siendo infeliz; la vida no deja de ser un gran óvulo y al parecer, no hemos dejado de querer imponernos para una supuesta vida mayor, y digo mayor porque no sé hasta que punto sería una vida mejor…