viernes, 22 de marzo de 2013

De un veintiuno de marzo del dos mil trece…


Nos hicimos abogados durante el día de la poesía, quizás porque de alguna forma las normas están llenas de versos, no porque tengan ritmo, ni mucho menos porque tengan rima; quien haya leído algún artículo alguna vez sabe lo que pesa la lectura de una norma. Me refiero a lo que las motiva; la vida es un poema constante en el que cada día se apunta un verso el cual se escribe con una sonrisa, con una lágrima, con una ilusión, con ira, o con la pluma de la resignación. Éramos muchos, pero no esperábamos por lo mismo, la angustia, la noticia; un profesor anunciando las notas, un jefe de Estado dictando unas medidas económicas. Luego risas, luego llantos. No todos lo logramos. Una pena, pero de eso trata la poesía, la vida, de reír cuando otro llora, de sentirse desdichado cuando muchos se sienten alegres por otros. Una cadena de sentires, como palabras se amontonan para darle forma a un recuerdo que nace de un aroma, o sencillamente de alguna voz traída con el viento. La sinfonía de las calles, cuando no es ruido, mucho tienen que ver los verdes, como las tonalidades. Se dice que el concreto no nos deja distinguir los matices, pero siempre, por fortuna, nos topamos con alguna pequeña planta que celebra regalos del cielo con mucha más alegría de la que pudiéramos expresar entre vocales consonantes. Celebramos, los que pudimos; ahora el poema cambia desde afuera, los sentimientos siguen dentro…


jueves, 21 de marzo de 2013

Patológico…


No es porque no razone y no es por querer ganar. Mi inquietud descansa sobre praderas artificiales de descontento. No es que me lo hayan hecho o quieran hacérmelo. Es el querer sentir que me lo hacen y contesto por eso; por lo que fui y otros no fueron, por lo que no soy y pudiendo. El victimismo que me justifica derrotar y la megalomanía que nunca pierdo. Contexto sin texto, pero con muchas palabras dichas en gestos. No es un tema de envidia, es que la culpa no la tolero, de eso se trata el dolo; de quererlo. Te vi triste y me contento por eso, una vez más tu silencio es rutinario para mis pretextos. Te sientes culpable por mi ira y yo me regocijo en tus lamentos. Me llamarás para dejarlo todo atrás y accederé a tal requerimiento, siempre sabiendo que te herí y lo llevas dentro. Brindo y no por maldad, si no por la justicia en mis sentimientos…