Sólo un segundo nos dura el mediodía que saluda a las horas de la tarde. El aroma del café adorna esa típica pereza que emana como consecuencia del banquete procurado al que llaman almuerzo. La ciudad se acompaña de todas sus regularidades que los tiempos han decretado rutinarias; ahí, los pensamientos y las emociones aprovechan para jugar con nuestras mentes y llevarnos los gestos al rostro, esos que a veces, por no poder salir al exterior; se manifiestan con la salud del cuerpo y con algunos sentimientos…
Una especie de ensalada toma lugar en la razón de la conciencia, la cual hace que alcancemos a la molestia en una cima muy alta impulsados por simples contratiempos. La risa puede escaparse cuando los chistes no parecen chistosos. La rabia se filtra por los calores del cuerpo que al fin y al cabo, todo lo recibe…
El amor, que no haya como evidenciarse ante lo avinagrado del sentir; se oculta (lo ignoran) pasa a esperar en la gran línea de elementos que ven vida en los sueños…
Así puede irse un día. Así pueden irse varios días…
¡Cuidado con las consecuencias!