lunes, 25 de abril de 2011

Recordemos…



Yace una ventana hacia la individualidad de la ficción; un mundo del que nos sentimos creadores y de sus reglas legisladores. En un principio, cuando las obligaciones se concentran en cumplir el hábito de aprender para los demás; los momentos de escape se escogen, y la imaginación se pasea por toda una pista como esas exhibiciones de patinaje sobre hielo en juegos del Olimpo…

 El tiempo no detiene su curso, y con este el concurso de la evolución de las obligaciones. Nuestra ventana, que solíamos conseguirla en cualquier habitación; se va reduciendo al punto de quedar en un solo cuarto, en un solo recinto para escapes ahora programados…

Nos visita el ruido, siempre acompañado de nuevos preceptos disfrazados de necesidades y por ende de nuevas obligaciones. Ya la ventana tiene rejas y nosotros la llave para abrirla hacia el sueño y poder soñar solos…

Seguimos en el camino del calendario y ahora desde la ventana no siempre es de día; ahora el momento de soledad tiene que coincidir con las condiciones, por lo que a veces no se tiene la llave a la mano para traspasar los pensamientos presos del otro lado del enrejado…

Se suman los días y a las noches como voluntarios a una causa de moda, mientras nos procuramos catálogos interminables de cortinas y persianas. Así contamos amaneceres y de pronto se nos olvida que había una ventana, se nos olvida de pronto que los sueños no son sólo para los quehaceres del mañana; se nos olvidan de pronto las palabras que evocan al alma…

Recordemos…

Entre tanta realidad; yace una ventana…

Recordando a Aquiles Nazoa


LO QUE DEBEMOS SABER ACERCA DE LOS HUEVOS

A las gallinas que practican la censurable costumbre de comerse sus propios huevos se les quitará fácilmente esa costumbre si se las enseña desde chiquitas a comerse los de las otras.

En algunas regiones de los Estados Unidos se ha establecido el sistema de casar a las gallinas por correspondencia, enviándole al gallo los papeles de matrimonio por correo. Las gallinas casadas en esta forma ofrecen la ventaja de que en lugar de pollitos, lo que dan a luz son sobrecitos de sopa continental.

Una grave cuestión que viene preocupando hace tiempo a los expertos avícolas norteamericanos es averiguar por qué si las gallinas negras pueden poner huevos blancos, no se ha dado todavía el caso de una gallina blanca que ponga un huevo negro.

La razón por la que los huevos americanos huelen a éter es que en los Estados Unidos el modernísimo procedimiento del parto sin dolor  no sólo se les está aplicando a las señoras, sino también a las gallinas. El sistema fue puesto en práctica desde que la Sociedad Protectora de Animales pidió que las gallinas sean anestesiadas cada vez que vayan a poner, apoyando la solicitud en un reciente descubrimiento del Departamento de Agricultura, según el cual por lo que la gallina cacarea después de poner no es porque está contenta, sino porque le duele.

Con la reinante escasez de huevos resulta antieconómico botar los huevos podridos. El mal olor de los huevos cuando están en ese estado de salud puede quitarse fácilmente si se le dice a la cocinera que en vez de freírlos con manteca los fría con creolina.

Alimentando a las gallinas con aserrín pueden obtenerse huevos de madera, de esos que algunas viejitas utilizan para remendar medias. Si a ese aserrín se le añade diariamente una parte de algodón, a la larga es posible lograr que la gallina ponga el huevo con media y todo.

Con motivo de la próxima reapertura de la Metropolitan Opera House de Nueva York, un reconocido avicultor de esa ciudad está haciendo experimentos a ver si logra que las gallinas pongan huevos irrompibles. Estos huevos tendrán la ventaja de que pueden usarse sin cambiarlos durante toda la temporada de ópera, pues usted le pega a un cantante por la cabeza, y no se quiebra como sucede con las ñemas corrientes.

Este mismo sabio ha estado últimamente haciendo ensayos a ver si alimentando las gallinas con vidrio logra que pongan un tipo de huevo con cáscara transparente, con lo que eliminaría el desagradable procedimiento de tener que olerlos para saber si están podridos.