Errante por aguas de la vida, y en el medio del mar de las dudas; me vi sin argumentos, sin imaginación. Necesitaba muchas letras; necesitaba palabras que incluso no existieran…
Necesitaba vocales que me ayudaran a respirar. El puerto del descanso eterno se veía muy lejos. Tuve que usar todas mis palabras; todas las palabras de mis recuerdos…
Me apoyé en las que alguna vez me hicieron reír, y mientras las usaba; me daba cuenta que fueron pocas, por eso tanto valían…
Me ayudaba con cada dolor del pasado; uno por uno: con sus rostros, y sí; aquellos nombres que nunca quise volver a pronunciar ni escribir (esos también los usé)
Faltaba poco, todavía faltaba un tanto para acariciar la orilla. Me fui a la infancia, tan preciada por jamás volver; me sirvió de mucho: esa, la ilusión (fue tan grato recordar)
Por último y escondido: también me apoyé en el odio, en la ira; en el arrepentimiento. Y con todos logré llevar mis pasos a la arena, a esa arena mojada que anuncia la llegada; la firmeza de volver a vivir…
Nada recuerdo ahora. No tengo palabras; tengo caras sin nombres y nombres sin caras. Me quedé sin risas y también sin lágrimas…