Hubo un tiempo en el que se creía que la melodía era el idioma del sentimiento. Se pensaba que los acordes eran las palabras y en armonías yacía la gramática. Consideraban la composición una especie de manifestación divina a través del humano. Algo parecido a los milagros. La música tomaba el lugar de las palabras, de las acciones y del momento…
Gente sonreía al cantar y cantaban después del sexo; habían canciones para los recuerdos y para los siempre tormentos. Se llegaron a ofrecer tonadas a la rabia y a las peleas. La muerte; la muerte también fue tema de cuerdas, teclas y acordes…
La música, como el amor; llegó a pensarse regalo de Dios y de Dioses. Se le sentía sobre las hojas durante el rocío, en la brisa que visita a los bosques, en la fauna y la flora; en el pie desnudo que acaricia la humedad de la tierra; en sonrisas, miradas, caricias, besos de labios y besos de cuerpos. Se le escuchaba al Sol de despedida y a la Luna y sus visitas. Se le vivía en las estrellas y se le brindaba; mucho se le brindaba…
Personas, hoy, todavía le creen y lo creen todavía…