La inacción nos revela, en espasmos durante la soledad, que parece inútil eludir lo que se es para lo demás…
Recordaba unos cuantos capítulos de Neon Genesis Evangelion, sobre todo aquellos en los que se decía que había un Yo distinto en cada persona conocida. Esto no me hace atisbar que la suma de esos Yo nos defina, pero infiero que, de alguna forma sí nos determina; al menos en ese Yo relacionado con Ellos…
Transcurren los lamentos del cielo, los cambios de humor del viento, la sonrisa de la mañana que llaman amanecer, transcurren las horas que se hacen días y los días que se hacen pasado. El concepto en los terceros se reafirma, más por lo que dejas de hacer, parece mentira, parece una ilusión de vocales y consonantes. Tus acciones son tu aporte a lo que quieres ser, ya sea para ti o para el resto; tus omisiones conceptualizan cómo te ve ese resto…
Por la presunta revelación me rebelaba, pero resultó tan eficaz como callar en la soledad: ¿Para qué dejarle los pensamientos al silencio, si al estar solo nadie los va escuchar? Resulta más llevadero jugar al loco que se desahoga hablando solo; de alguna forma se invoca a una cierta calma que procura abstención al reclamar lo que de todas formas no será escuchado, precisamente, por el Yo que yace en quien ha de escucharte…