El rostro en ocasiones, puede llegar a albergar
la naturaleza de los instintos con simples gestos en la forma de mirar. Place mucho
al espectador de quien habla lo que no sabe, el hecho de, por saber más que el
mismo, creerse saber mucho más…
La típica presentación en un aula de clases;
para la que no se estudia al exponer y para la que no se aprende al escuchar:
para evitarle al profesor el fastidio de explicar. Suda el ponente, titubea, se
tabica en todas las muletillas que conoce, mal pronuncia, lee; no entiende, lee
de nuevo, se le enreda la lengua, camina a un lado; al otro, mira; busca con la
mirada, busca apoyo; una sonrisa que calme, una mueca solidaria. El profesor,
como parte de la audiencia, se entretiene con su móvil, interrumpe; pregunta lo
que ya sabe y lo que sabe también que el expositor no sabe, un método pedagógico; sonríe, pero sin
solidaridad. Llegan las caras restantes: el que ahora es que le falta, el que
cree congraciarse por saber un par de cosas; ese, esa; esos que se encuentran
con otros y con otros; se burlan, al parecer. ¿De qué se burlan?