Tengo todo un historial de tus faltas y ninguna
ha prescrito. No se trata de tus errores, esa es una lista interminable que
brilla desde el primer desacierto; es una condición ulterior: se trata de aquello
que hemos esperado que hagas, y eso; para que lo sepas, sí tiene lapso de
prescripción. No hay favores, la disposición sencillamente nos fue legada. Quien
dispone, impone; así que en cada “puedes”
ubica un “debes,” y sin signos de
interrogación…
Podrás beneficiarte de las excusas, pero no
escaparás del reproche, y sí, te hacemos débil para más pesar; no olvides que la
razón no es un bien real, sea en la vida o en el Derecho; es más bien una
balanza, y se inclina a favor de quien detenta mayor peso, el cual, ahora y sin
ti, es nuestro. No confrontes si no piensas atacar, somos condenatorios y
estamos firmes…
Se espera tu felicidad y que la aparentes, de
lo contrario: ¿para qué te equivocas? Piensa bien tus decisiones, porque no
estás a la altura de las exigencias y porque no tienes escapatoria. Te hemos
suprimido los complejos y las ganas, así que no cuentes con la soledad ni el
silencio, ajústate a tu vida de autómata y llena el vacío con lo que esté en
venta, ya te inventaremos algo para que creas que te quejas. Renuncia si
quieres tiempo y ataca si quieres respeto…
Hay quienes sirven para que otros se sirvan y
se les aborrece cuando no lo hacen bien. Ahora, vuelve a tu vida; y que no nos
perturben tus sueños otra vez. Puedes despertar si quieres, pero antes; dile al
otro, al que viene después de ti, al envidioso; que encuentre poder porque la
envidia, más que consecuencia, es un privilegio: hay tener con qué envidiar…
Espera, si te vas a poner triste, continuamos;
y si no quieres escucharnos, no vuelvas a quejarte en los sueños, para eso se
te ha provisto de bastante realidad. Ahora sí: despierta…
Y desperté sin
entender mi tristeza: ¿por qué pensaré ahora que los demás tienen y yo no
tengo? Bueno. A trabajar…