lunes, 1 de abril de 2013

Broder (Bis)



"La Vanidad,
sin duda,
es mi pecado favorito"
Al Pacino
en el Abogado del Diablo.

Mucha gente de forma indirecta rinde culto al Escándalo como vía hacia la popularidad; sea por hablar de uno o ser parte de otro. Se absuelve la vanidad con el volumen para combatir al ruido de la moralidad. Los hechos y los mitos ahora son relativos. Quizás esto funja de vitamina para la opinión, pues no saber sirve para quejarse y lo moralmente incorrecto sirve para opinar. Sin embargo, y a esto vengo: no veo el incentivo a lo correcto. A la gente que hace las cosas moralmente buenas no se le premia, incluso en las religiones da más morbo perdonar al pecador. Hacer el bien no está de moda si no existe una tendencia, popularizada, que nos haga parte de una élite cuyos actos puedan difundirse. Parece que no tiene mucha gracia agradecer si el agradecimiento no se divulga como acto de vanidad. Ayudar en secreto, en silencio; hay que decirlo, si no; no tiene gracia…
¿Qué es lo correcto entonces, si es con el escándalo que se acaricia la popularidad?
¿Quién no busca arroparse en sábanas de vanidad ante tanto frío de anonimato?

domingo, 31 de marzo de 2013

Las buenas y malas cualidades del carácter


En los designios del Destino, Schopenhauer nos da a entender, entre otras cosas, dos puntos interesantes; uno sobre los dones (o aptitudes) vistas como privilegios generadores de envidia; y otro sobre el ejemplo, como premisa, o como guía. Citamos:

“La inteligencia, e incluso el genio, deben mendigar perdón al mundo siempre que no se hallen en situación de permitirse el menosprecio orgullosa e intrépidamente. En efecto, cuando la envidia queda suscitada tan sólo por la riqueza, el rango o el poder, a menudo se ve amortiguada por el egoísmo al enjuiciarse, que llegado el caso podría esperarse de quien envidia cosas tales como auxilio, deleite, apoyo, protección, mecenazgo u otras por el estilo; o incluso al aproximarse, y pueda saborear la gloria en base al mero destello de su prestigio; por supuesto, siempre queda la esperanza de alcanzar para sí mismo todas esas gracias algún día. En otro orden de ideas, para la envidia concentrada en los dones naturales y personales, como pudieran ser la belleza entre mujeres, y el ingenio entre los hombres, no hay espacio para esa esperanza o consuelo de tipo alguno; no quedando más que el odio amargo e implacable a tales privilegios…”

En cuanto al ejemplo, extraemos:

“…por lo común, las personas poseen poco discernimiento y harto escaso conocimiento para explorar por sí mismos su camino. Por eso uno se hallará tanto más abierto al influjo del ejemplo, cuanto más adolezca de ambas aptitudes…” (discernimiento y conocimiento)
Más adelante: “…desde un punto de vista moral, el ejemplo, como forma de instrucción, puede propiciar una mejora civil o legal, más nunca una mejora interior, que es la única específicamente moral… el ejemplo actúa como un instrumento propiciador de que se pongan en relieve las buenas y malas cualidades del carácter, pero no crea éstas de modo alguno…”

Hay tomarse buenos sorbos de tiempo para probar un nuevo orden de pensamientos, pues seguir ejemplos creyéndolos aptitudes y envidiar aptitudes creyéndolas privilegios; nos alejan de ese ser que somos y que a veces no sabemos ser…

Saludos en letras…