miércoles, 1 de mayo de 2013

La Fábrica de Gente



¿Existen los Gólem? Kafka y Capek los identifican y los describen en sus obras. Los fabrican las academias, las universidades y las usinas del Occidente: caminan sobre dos pies, redactan expedientes e informes, eluden toda pregunta con vagas alusiones a la disciplina y la autoridad. Comienzan por obedecer: a la larga quieren ser obedecidos.

Para Kafka el Gólem  se llama funcionario. Impersonal, conformista y pasivo, pulula por todos los pasillos del laberinto, retardando nuestro tránsito. Su mera presencia degrada a los restantes seres a autómatas – como en ciertas pesadillas, como en la Alicia de Carroll, en este mundo la angustia brota de la unánime aceptación de la insensatez por todos los personajes salvo el protagonista –. El rasgo más cenagoso de esta inundación de Gólem es su anonimato: Max Weber ya había incluido entre las características de la denominación burocrática la pretensión de impersonalidad. Sentimos que, en el fondo, son intercambiables los atormentadores de los señores Kafka y Capek y del reo de la Colonia Penitenciaria; que son sustituibles por dueñas de pensiones, amantes y padres: todos participan de la grisácea complicidad del respeto al poder. Y ésta maciza vacuidad triunfa siempre – desvía del recto camino hacia el Castillo, priva a la víctima de toda defensa, aplasta con su capacidad de obstaculizar.

Si los Gólem de Kafka son seres humanos en tránsito hacia la condición de autómatas, los de Karel Capek son, por el contrario, autómatas en tortuoso camino hacia la hominización. Karel Capek en su pieza de teatro R.U.R. (Robots Universales Rossum: la alusión al complejo industrial del Ruhr es transparente), presentó en 1921 al público de Praga una alegoría sobre hombres fabricados con tejido biológico artificial que terminan sublevándose contra sus inventores y aniquilándolos. Para crear sus abominaciones el profesor Rossum “rechazó todo aquello que no contribuía al progreso del trabajo (…) De ésta forma rechazó todo aquello que hace al hombre más caro (…) En realidad lo que hizo fue rechazar al hombre y hacer el robot”. (Robot, en checo, quiere decir trabajador, ganapán; Rossum significa cerebro.) La parábola es clara: así como la palabra muerta del expediente fabrica al funcionario, la maquinaria industrial no factura mercancía, sino robots. Gracias a la uniformidad, la baratura y la intercambiabilidad del nuevo producto, éste acabará por sustituir al hombre, ese objeto impredecible y artesanal. Añadamos que Capek introduce un nuevo terror en la ya clásica estructura del mito: sus robots son proliferantes, autónomos y dominadores. Más que el peso muerto del burócrata, simbolizan el poder de una tecnología que multiplica su potencia, su complejidad y su diversidad sin que ninguna fuerza humana pueda detenerla.

Al añadir ésta vuelta de la tuerca al tema golémico, Capek lo lleva al agotamiento y a la vez a la redención. Así como la tecnología, en una primera etapa, produce hombres maquinales, en una segunda etapa debe generar inevitablemente mecanismos humanos. En la fábrica R.U.R. un científico dota a unos cuantos robots de superior inteligencia, de capacidad para el dolor y en consecuencia para el amor y la duda. Liquidarán a la humanidad, es cierto, pero al precio de convertirse ellos mismos en predecesores de una nueva humanidad. Primus y Helena, los robots capaces de error, serán un nuevo Adán y una nueva Eva porque albergan la incertidumbre y la incoherencia en sus cuerpos artificiales – así como la cucaracha continuó alojando la aterida ternura de Gregorio Samsa…


Por los signos de los signos
Luis Britto García

lunes, 29 de abril de 2013

Bienal


Se presumen prisiones las rutinas al asumirse libertarias las revelaciones. Un ejercicio propio del olvido por la inagotable búsqueda que no encuentra algo más allá de los previsibles ofrecimientos. Tendencias a las que no hemos tendido aún pero sí tenderemos los hábitos del pasado por húmedos, para que al menos los recordemos en seco; vagamente, como las fotografías instantáneas a las que ponían a secar mientras se esperaban… Es recurrente en la aventura selvática el encuentro con lo salvaje y con lo indomable, lo que siembra un deseo de emancipación en los ojos que contemplan el espectáculo. Un argumento útil para hacer películas, pues el testigo de la escena ya es famoso por protagonista; por eso lo libre no es popular y lo no popular no es una tendencia… Se pone de moda una trilogía: belleza, poder e inteligencia, quizás porque es inteligente poder ver lo bello, o más a lo Wilde, lo bello ostenta un poder inteligente. Habrá que esperar a lo que se tiende para entenderlo mejor… Hoy será la bienal de la realeza y será también mi bienal de verdad, que no será una tendencia, pero sí que tenderemos a durar…