miércoles, 22 de mayo de 2013

Oblivion…


Dice Luis Britto García que “no importa entonces que el recuerdo opere por la vía atroz de la herida. La única rebelión posible contra la marcha triunfal de la muerte, es ese otro amor que es la memoria. Quizá toda pasión, y toda obra, no son más que sus cicatrices.” Por otro lado Mario Benedetti entre personajes escribe “la muerte está dentro de la vida. Pero la podemos mandar de vacaciones ¿no? Trabaja tanto que bien se las merece.” En Scenes from a Memory de Dream Theater el Terapeuta le dice a Nicholas que recuerde que la muerte no es el fin, sino sólo una transición. Podemos decir entonces que es transitorio el camino que acumula cicatrices para que con ellas el recuerdo se cuente en vivencias y en pasiones pasadas, por las cuales el presente, aunque muerte, lo hayamos mandado de vacaciones y nos hallamos, - sí, de hallar, de encontrarnos; - en la permanente rutina que empareja los días para que no dejen de parecer los mismos y para que en la memoria se albergue sólo lo distinto. Oscar Wilde como Lord Henry le dice a Dorian “el pecado que hemos cometido una vez, y con amargura, lo repetiremos muchas veces, y con alegría.” ¿No será el olvido entonces la redención? Porque bien es sabido que lo malos momentos al ser pasado dan peso al presente que al contarse se sonríe, así como los tristes, que al pensarlos se aprende. El silencio a veces es muestra de experiencia más no por eso es muestra de comprensión. Entonces podemos pensar; si nos sonreímos puede ser por lo aprendido, pero más por lo no comprendido aún. Cosa que es una facultad por lo selectiva, distinta a la rabia, que se inclina a lo acumulativo y cuyo perdón también ha de sentarse (y sentirse) en el olvido. Dijo Borges: “Yo no hablo de venganzas ni perdones, el olvido es la única venganza y el único perdón.”

lunes, 20 de mayo de 2013

Con frecuentitud a falta de frecuencia


En Ojos Bien Cerrados, Tom Cruise llega a una mansión cuyo acceso se otorgaba a partir de una palabra clave que alguien, previamente, le había dicho. Quien la vio sabe que nunca hubo tal clave, que se le permitió la entrada para que fuera testigo, para que lo viviera. El personaje de Tom entra movido por un – vamos a llamarlo – cocktail de sensaciones, en un ambiente colmado de excesos entre enmascarados con una música de fondo un tanto gregoriana y un tanto protagonista. El espectador puede ver cómo Tom en su papel mezcla deseo con rabia, miedo con ansiedad al riesgo y angustia con resignación. Así la percibí como espectador, como también percibo mensajes distintos a los versados en un poema con el solo hecho de contemplar el orden en que se recitan las letras. Los talentosos de las artes suelen hacer ese tipo de cosas en uno. Hoy no fue arte pero fue cultura y no por cultural si no más bien por artístico: a un lado de la plaza se protestaba y así me di cuenta al ver llegar a la policía, al otro lado se había una tarima con músicos haciendo un bailable golpe tradicional de tambor. El ritmo se acompañaba con las consignas en un intento de mi parte de percibir en estéreo; por supuesto, la euforia se confundía dado el fervor en simultáneos eventos. Desde ayer se vino anunciando lo que hoy se anunciaría: de forma tal – y así lo supongo – de prepararnos para sorprendernos. Cada quien vio algo distinto habiendo escuchado lo mismo y quizás por eso lo de hoy es un tanto poético. Mi padre en lugar de frecuencia dice frecuentitud, de manera que lo espacial y seguido convergen en el día y en la palabra con frecuentitud a falta de frecuencia. Creemos lo que queremos, y sin cariño, sino más bien con rabia vertida en otra clase de deseo…