viernes, 17 de octubre de 2014

Humo




Pongamos algunas palabras a la brasa, saben, para que formemos una cortina de humo, al final lo que quede nos lo comemos. Cada semana se celebra algo, un triunfo, obviamente; el júbilo continuado se esparce de manera viral aunque la realidad individual oponga resistencia. Hay hambre de buena vibra, así que hay que hacer de la desgracia un chiste: aplaudimos al más cómico, ese que se ríe de sus propias penas. La concubina se quedó en casa, llamó al: llamémoslo, facilitador, ese que se encarga del entretenimiento que el concubino debe implorar como recompensa, porque en esa pareja las cosas son así, se accede por placer o por agradecimiento, y gracias al juego del esfuerzo, la vida nos colma de extrañezas. Esperábamos el mal que habría de alegrarnos, para tener razón en algo, hoy ya nada bien se explica, pero no; nos equivocamos. Todo el mundo celebra y mi jefe no quiere irse: no tiene nada de qué alegrarse ¿Por qué no acude a los brazos de su esposa? Le pregunté. No es mi esposa aún; y ésta noche me toca darle la noticia, por lo que no habrá placer para mí hoy. Me dijo… ¡Pero si todos están celebrando! Pero eso fue ayer, hoy la noticia sigue viva pero el humo se renueva: llegó mercancía, setenta unidades; somos más de doscientos, hay que llegar temprano, hacer la cola, no queremos quedar por fuera, ah, pero no, ya hay treinta apartados, de antemano, serán sólo cuarenta los afortunados. El concubino llegó de veinte, lo que significó ser el cincuenta, pero le consiguió el artículo a la mujer, hoy quizás sea recompensado, pero quién sabe, el facilitador no va a visitar a la concubina, también tiene mujer y ésta también quiere una unidad del preciado producto. Sí, trabajan juntos, no revueltos, pero asisten a la misma institución. La concubina estará de mal humor, veamos cómo le va a mi jefe... Hoy los compañeros se reunirán, es viernes, hay que salir, la buena vibra pues, y yo, bueno, yo creo que le haré una visita a la mujer del facilitador…



lunes, 13 de octubre de 2014

Puede que el estatus ya no sea algo bueno, y puede que el conformismo de no mejorarlo sea aun peor…


No quiero copiarles la definición de estatus social, pero conseguí esto con lo que me dieron ganas de escribir: “El estatus [social] suele ser adscrito en virtud del sexo, la edad, las relaciones familiares y el origen, con lo cual el individuo queda inserto en un grupo social específico, independientemente de su capacidad o sus logros. Hay, por otra parte, un estatus adquirido, que se basa en el nivel educacional, la ocupación, el estado civil y otros factores que suponen esfuerzo personal. Los grupos de estatus difieren de las clases sociales porque se basan en consideraciones relativas al honor y al prestigio y no a la posición puramente económica. El estatus relativo es un factor determinante de la conducta interpersonal y la competencia por el estatus parece ser una motivación fundamental en los seres humanos…” y me quedo con lo último, que, más que motivación, pareciera ser una necesidad, pero no simplemente, ni solamente: con el tiempo, una necesidad no satisfecha puede engendrar desesperación o frustración, dependiendo de lo que alberguen las personas como logro o esfuerzo. Quizá nos sintamos frustrados, pero la desesperación nos arropa primero (y así entramos en calor) por lo que el tema del estatus define, mejor, nos define, en una búsqueda errante…
¿Es la situación que vivimos lo que nos molesta tanto? Puede ser, pero molesta aun más el hecho de que ese estatus se vea amenazado… ¿nos revelamos entonces? Bueno, esto sugiere la gran pregunta: ¿a qué estamos dispuestos por ello (El estatus)? Ajá, eso está bien pero… entendemos que por mucho convencionalismo que nos dicten los medios y su publicidad, no llega igual a todos, así como ninguno tiene porqué ajustarse al mismo precepto convencional… Hay unos cuantos que disfrutan de la buena vibra, que consiguen sonrisas en eso de las cosas sencillas… Encontré un filósofo (Byung-Chul Han) el cual dice, más o menos: que tanta positividad nos ha condenado al agotamiento [y concateno un poco] Puede que el estatus ya no sea algo bueno, y puede que el conformismo de no mejorarlo sea aun peor… quienes nos gobiernan lo saben, y por saberlo nos controlan: acaso creen que el embotellamiento y las “horas pico” son casualidades de ciudad; creen que eso es un mero fruto demográfico. Acaso la inseguridad no es también otra forma de control. No hablemos del horario de trabajo: todo el mundo a la misma hora en cuatro paredes, detrás de un escritorio, quejándose de su estatus…
Un delirio más que les dejo.
Saludos en letras…